Un ejemplo de trauma transgeneracional: silencio, narrativas e historias familiares
Para entender mejor cómo las narrativas e historias familiares pueden transmitir el trauma transgeneracional compartimos el siguiente ejemplo, basado en situaciones reales comunes en familias afectadas por eventos traumáticos históricos. Por favor, léelo intentando dejar de lado cualquier perspectiva o deriva política, centrándote únicamente en las vivencias traumáticas más allá de la ideología.
La historia de los abuelos
La Guerra Civil Española (1936-1939) fue un conflicto devastador que dejó profundas heridas en la sociedad española. Muchas familias fueron separadas, y los efectos del conflicto y la represión subsiguiente marcaron a generaciones enteras.
Los abuelos, Juan y María, vivieron la guerra en primera persona. Juan fue un combatiente republicano que fue encarcelado y torturado durante la dictadura franquista. María, mientras tanto, perdió a varios familiares cercanos y tuvo que huir a la zona republicana para sobrevivir.
Después de la guerra, la familia vivió en la pobreza y bajo una constante vigilancia y represión. Juan y María nunca hablaron abiertamente de sus experiencias traumáticas porque eran demasiadas dolorosas y tenían que mostrarse fuertes para poder cuidar y hacer crecer a sus hijos, pero su sufrimiento se manifestaba en comportamientos como la hipervigilancia, la desconfianza hacia las autoridades y una profunda tristeza.
Aunque Juan y María no hablaban directamente de la guerra, sus hijos crecieron con un sentido palpable de miedo y precaución. Las historias que se contaban en la familia eran de pérdida, injusticia y de desconfianza hacia cualquier forma de autoridad. Las lecciones implícitas eran que el mundo era peligroso y que las autoridades no eran de fiar. Se contaban anécdotas de vecinos que fueron delatados y desaparecidos, y de cómo era necesario siempre estar alerta.
La historia de los hijos:
Los hijos de Juan y María, Ana y Pedro, crecieron en un hogar donde el silencio sobre el pasado era la norma. Sentían la tensión y el miedo de sus padres, aunque no comprendían completamente su origen porque en realidad sus padres no habían hablado nunca de ello.
Ana se convirtió en una persona extremadamente cautelosa para no causar ruido ni más dolor a sus padres, siempre evitando confrontaciones y buscando seguridad en todos los aspectos de su vida. Pedro, por otro lado, desarrolló una actitud rebelde, desconfiando de cualquier figura de autoridad y teniendo problemas con la ley en su juventud.
Ana y Pedro crecieron con una narrativa de supervivencia. Se les enseñó a desconfiar de los extraños y a ser autosuficientes. Aunque no entendían completamente el origen del miedo de sus padres, internalizaron esa desconfianza. En las reuniones familiares, se hablaba en código sobre "los tiempos difíciles" y la necesidad de ser siempre cautelosos. Las historias sobre la injusticia y la traición se transmitían de manera implícita, formando una parte central de su identidad.
La historia de los nietos:
Los nietos, Clara y Luis, crecieron en una España democrática, pero los ecos del pasado aún resonaban en sus vidas. Clara siempre sintió una inexplicable ansiedad y un deseo de entender por qué su familia era tan reservada sobre ciertos temas. Luis, al igual que su padre Pedro, desarrolló una desconfianza hacia las instituciones, aunque no entendía completamente de dónde venía ese sentimiento.
Clara, intrigada por el silencio familiar, empezó a investigar la historia de su familia y de su país. Descubrió los horrores de la Guerra Civil y cómo había afectado a su abuelo Juan y a su abuela María. Luis, al conocer las historias, comprendió mejor su propio comportamiento y la actitud de su padre. Empezó a ver cómo la narrativa familiar de desconfianza y cautela había influido en sus decisiones de vida.
La narrativa de miedo y desconfianza transmitida de generación en generación creó un patrón de comportamiento y creencias que afectaron profundamente a la familia. Aunque la democracia había llegado a España, los efectos del trauma pasado continuaron influyendo en la manera en que la familia se relacionaba con el mundo y entre sí.
Clara, al descubrir la historia familiar, comenzó un proceso de terapia, tratando de romper el ciclo del silencio y del miedo e integrando las heridas emocionales que habían dejado en su propia vida. Empezó a hablar abiertamente sobre la historia de su familia y a buscar formas de sanar las heridas del pasado.
Este ejemplo ilustra cómo las narrativas e historias familiares pueden transmitir el trauma transgeneracional. El silencio sobre el pasado traumático crea un entorno de más silencio y miedo que se perpetúa a lo largo de las generaciones. Al reconocer y abordar estas narrativas, las familias pueden comenzar a sanar y romper el ciclo del trauma. La comunicación abierta, la educación sobre el pasado y la terapia son pasos cruciales para superar los efectos del trauma transgeneracional.
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