La integración de la mirada sistémica y el trabajo con trauma

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La integración de la mirada sistémica y el trabajo con trauma

Con el paso de los años y a medida que hemos ido trabajando desde la mirada sistémica o a través de nuestras sesiones individuales, nos hemos ido dando cuenta de que, aunque esta visión es extraordinariamente amorosa y efectiva, en muchísimas ocasiones se perdía de vista al cliente. El foco está en el sistema y hay una tendencia a centrarse en lo que ocurrió en el sistema familiar, en traerlo al consciente; pasando, en ocasiones, por alto el impacto directo e interno que había tenido esto para el cliente. El síntoma o el tema (lo que traía el cliente), desvelaba el origen y se trabajaba para dar pertenencia, honrar y mirar con amor a ese origen. Era como decir “ah sí, tengo una profunda herida de abandono porque mi madre no ha podido estar presente para mí, ya que estaba deprimida por la muerte temprana de su madre. Lo veo y lo honro”. Y eso está muy bien, pero en ocasiones no era suficiente. 

Empezar a trabajar con trauma nos permitió acercarnos a todo ello desde una nueva perspectiva que nos permitía mirar las consecuencias que había tenido en la persona, por ejemplo, esa herida de abandono, ese trauma transgeneracional. Nos permitía ver con mucha más claridad las consecuencias de la historia de esa madre y esa abuela sobre su hija: patrones protectores, problemas relacionales y de apego, de autoestima, creencias limitantes, desregulación emocional, roles disfuncionales, dificultad para recibir, desconexión de las necesidades propias, y un largo etcétera. Aprendimos herramientas para trabajar directamente con ello y sobre todo experimentamos el tremendo potencial que tenía el trabajo intrapsíquico, con las partes excluidas y protectoras de la persona, desde la mirada y la fenomenología sistémica ya sea en talleres, grupos o sesiones individuales. 

Entendimos cuestiones como, por ejemplo, el hecho de por qué determinadas personas, a pesar de que trabajaban continuamente la relación con su madre, seguían sin poder tomar su rol de hijas, sin decir un sí rotundo a la madre, y no hablo de sumisión sino de aceptación plena de algo que no se puede cambiar. La respuesta a todo ello es que, en esas mujeres vivían aún niñitas heridas (trauma no procesado) que sentían que tenían que protegerse, que no podían confiar, que no tenían apoyo, que tenían que ser ellas quienes sostuvieran porque no había nadie que pudiera sostenerlas, que estaban alerta y profundamente agotadas.  

Aunar estas dos perspectivas nos permitió profundizar en nuestro propio proceso personal y también acompañar procesos de otras personas con una mirada más amplia en la que el amor no solo se extiende hasta lo que ocurrió en el sistema familiar, sino también hacia la historia de supervivencia del propio cliente y sus mecanismos de defensa. Nos dimos cuenta de que lo uno sin lo otro no podía existir.  

En esta formación hemos aunado todo lo que nos hubiera gustado conocer sobre el Trauma cuando nos formamos en Sistémico, y todo lo que nos hubiera gustado conocer de Sistémico cuando nos formamos sobre trauma para ofrecer un programa integral que contempla lo intrapsíquico o individual, lo relacional y lo familiar. Trauma y sistémico, inevitablemente van siempre de la mano. 

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