El impacto del trauma en el sueño, la fatiga y la salud

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El impacto del trauma en el sueño, la fatiga y la salud

El impacto del trauma ya sea fruto de un evento único o de una experiencia continuada, puede tener un impacto directo en la cantidad y calidad de nuestro sueño, así como en nuestros niveles de energía y nuestra salud. Las razones por las que esto sucede están relacionadas con nuestro Sistema Nervioso y nuestro cuerpo, así como con la forma con la que nuestro cerebro procesa el estrés y las emociones.

Cuando experimentamos un trauma, nuestro cuerpo se inunda de cortisol, la hormona del estrés. Esta oleada inicial de cortisol es una respuesta adaptativa que nos prepara para enfrentar la amenaza poniendo en marcha nuestros mecanismos de supervivencia. El trauma, cuando no se procesa e integra, puede provocar una hiperactivación crónica del eje HPA (Hipotálamo-Pituitaria-Adrenal), lo que lleva a una producción constante de cortisol y otras hormonas del estrés. Esta desregulación puede hacer que en el cuerpo no pueda "apagarse" por completo esa respuesta para enfrentar la amenaza, afectando la capacidad de entrar en un sueño profundo y de restaurar la energía física y mental.

Cuando el estrés se vuelve crónico, como ocurre en muchos casos de trauma en los cuales este no ha sido reprocesado, los niveles de cortisol se mantienen elevados, dificultando la producción de melatonina, la hormona que induce al sueño. El cortisol y la melatonina tienen funciones opuestas. Mientras que el cortisol nos mantiene alerta y energizados, la melatonina induce al sueño y la relajación. Cuando los niveles de cortisol son elevados debido al estrés, se puede inhibir la producción de melatonina, dificultando así que nuestro cuerpo se relaje y entre en un estado de sueño profundo. Es como si nuestro cuerpo estuviera constantemente en modo de alerta, algo que hace muy difícil la relajación necesaria para dormir.

Además del cortisol, el trauma afecta a otros neurotransmisores clave, como la serotonina y la dopamina, que están implicados en la regulación del estado de ánimo y el sueño. Cuando nuestro cuerpo siente que está en peligro (síntoma de un trauma no procesado), este suele priorizar la producción de cortisol, pudiendo limitar los recursos necesarios para la producción de serotonina. Una desregulación de estos neurotransmisores puede conducirnos a experimentar ansiedad y depresión, lo cual a su vez puede agravar los problemas de sueño y causarnos cansancio y fatiga. Es como una pescadilla que se muerde la cola: la dificultad para dormir nos aumenta la ansiedad e induce a la depresión, y estas emociones, a su vez, dificultan aún más el sueño y el descanso.

Las pesadillas y los recuerdos intrusivos son otros síntomas comunes del trauma que afectan el sueño. Estos recuerdos dolorosos pueden aparecer de forma inesperada durante el sueño, interrumpiendo el descanso y generando una sensación de inseguridad. Además, el estado de hipervigilancia que acompaña al trauma hace que estemos constantemente alerta, dificultando la relajación y sobre todo el sueño profundo.

La falta de un sueño y descanso reparador incide directamente sobre nuestra sensación de fatiga, pero si, además, como consecuencia del trauma no procesado, nuestro Sistema Nervioso está permanentemente en estado de alerta y consumiendo energía, la sensación de cansancio puede ser realmente abrumadora. Este cansancio es algo que va más allá de lo físico ya que también afecta directamente a lo que ocurre a nivel celular.

El cortisol, como hormona del estrés, tiene un impacto considerable en varios procesos metabólicos y celulares del cuerpo, incluido el equilibrio de antioxidantes como el glutatión. El glutatión es uno de los antioxidantes más importantes del cuerpo, crucial para la defensa contra el estrés oxidativo, la energía celular, la detoxificación y el mantenimiento de la función inmunológica.

Cuando los niveles de cortisol son crónicamente elevados, como ocurre en el estrés crónico originado por un trauma no integrado, se genera un aumento del estrés oxidativo en el cuerpo pudiendo llegar un punto en el que nuestra capacidad de neutralizar el estrés oxidativo a través de los antioxidantes presentes en nuestro cuerpo se vea sobrepasada. Este desequilibrio puede llevar a una acumulación de daño celular que repercute en una variedad de efectos negativos en el cuerpo:

  • Un daño celular que puede causar mutaciones en nuestro ADN, dañar a lípidos y proteínas.
  • Envejecimiento prematuro
  • Desarrollo de enfermedades crónicas cardiovasculares, diabetes tipo 2, cáncer o enfermedades neurodegenerativas.
  • Inflamación crónica
  • Alteración de la función inmunológica
  • Un impacto en el sistema nervioso alterando la producción y la función de neurotransmisores clave como la dopamina y la serotonina, o bien causando un daño directo a las neuronas, contribuyendo a la neurodegeneración y a la disfunción cognitiva.
  • Impacto en la fertilidad
  • Disminución de la capacidad de reparación celular

Al mismo tiempo, los elevados niveles de cortisol pueden influir en la disponibilidad de los aminoácidos necesarios para la síntesis de glutatión (nuestro principal antioxidante), especialmente la cisteína. El estrés crónico aumenta la necesidad de glutatión en el cuerpo y puede llegar a puede agotar estos precursores, reduciendo la capacidad del cuerpo para producir glutatión y dificultando que cumpla con sus 4 funciones principales: desintoxicación, soporte inmunológico, energía celular y función antioxidante.

Los elevados niveles de cortisol mantenidos que implica un trauma no integrado, tiene un impacto directo sobre nuestro sueño, nuestra energía disponible y sobre nuestra salud físicas y celular. El trabajo en terapia de trauma y regulación emocional para integrar esas heridas no procesadas va a contribuir a que nuestro Sistema Nervioso y nuestro cuerpo salgan de ese ese estado de alerta activado que está influyendo directamente sobre nuestros niveles de estrés. Al mismo tiempo, la ingesta de precursores de glutatión, como la proteina de suero de leche* , puede contribuir a paliar estos síntomas, a luchar contra el estrés oxidativo, aumentar nuestra energía disponible y a descansar mejor (entre otras cosas)

* aunque hay productos de glutatión para ingerir vía oral, la biodisponibilidad del glutatión oral es realmente baja ya que puede ser degradado en el tracto gastrointestinal antes de ser absorbido en su forma intacta. La estrategia óptima para aumentar los niveles de glutatión en nuestro cuerpo es la de tomar precursores del glutatión que aumentan los niveles de cisteina de nuestro cuerpo, facilitando la síntesis del glutatión de manera endógena. La N-acetilcisteína absorbida vía oral se ha demostrado que eleva los niveles del glutatión de manera efectiva.

 

 

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