Cómo responde nuestro cerebro y nuestro cuerpo durante un evento traumático

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Cómo responde nuestro cerebro y nuestro cuerpo durante un evento traumático

Un evento traumático pueden dejar una profunda huella en nuestro cerebro y cuerpo, desencadenando una serie de respuestas fisiológicas y neurológicas realmente complejas. Los eventos traumáticos activan una compleja red de respuestas en nuestro cerebro y cuerpo.  Entender estas relaciones es clave para comprender el impacto del trauma en nuestras vidas. 

Cuando estamos experimentando un trauma, la amígdala es una de las primeras estructuras cerebrales en responder ante una amenaza percibida. Su función principal es la de procesar las emociones, especialmente el miedo y la ansiedad. Cuando se enfrenta a un estímulo que se percibe como una amenaza, la amígdala evalúa rápidamente la situación y desencadena una respuesta emocional. 

La activación de la amígdala estimula el Sistema Nervioso Simpático. Este sistema es el responsable de la respuesta de "lucha, huída o parálisis" y prepara al cuerpo para responder al peligro. La amígdala envía señales al hipotálamo, que a su vez activa el Sistema Nervioso Simpático liberando adrenalina y noradrenalina, aumentando la frecuencia cardiaca, la presión arterial y redirigiendo la sangre a los músculos para prepararse para actuar.

Tras la activación del sistema nervioso simpático, el eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal (HPA) se activa. El hipotálamo libera la hormona liberadora de corticotropina (CRH), que a su vez, estimula la grándola pituitaria para liberar la hormona adrenocorticotrópica (ACTH). Esta hormona viaja a través del torrente sanguíneo hasta las glándulas suprarrenales, donde estimula la liberación de cortisol (la hormona del estrés) en la corriente sanguínea. El cortisol ayuda al cuerpo a mantener un estado de alerta prolongado y modula varios sistemas del cuerpo en respuesta a la estrés.

Durante una respuesta aguda al trauma, el cortex prefrontal, responsable del pensamiento racional y la toma de decisiones, puede verse inhibido. Esta inhibición ayuda a priorizar respuestas rápidas y emocionales sobre el razonamiento lento y analítico en situaciones de peligro inmediato. Esto explica por qué en situaciones de alto estrés, las personas pueden tener dificultades para pensar o actuar lógicamente.

El hipocampo, estructura cerebral crucial en la formación de recuerdos y en la regulación de la respuesta al estrés, también puede verse afectado durante el trauma. El hipocampo ayuda a codificar el evento en la memoria, sin embargo el exceso de cortisol puede afectar negativamente a su funcionamiento, lo que puede llevar a dificultades en la formación de recuerdos o en la diferenciación entre pasado y presente. Esto es particularmente relevante en el trastorno de estrés postraumático (TEPT), donde el hipocampo puede tener dificultades para procesar adecuadamente los recuerdos el evento traumático, llevando a flashbacks y a una sensación de revivir la experiencia.

A nivel corporal, durante la experiencia traumática, se produce un aumento de la respiración, tensión muscular, sudoración y palidez, preparando el cuerpo para enfrentar el peligro en su respuesta de lucha, huída o parálisis.

A corto plazo, estas respuestas fisiológicas son esenciales para la supervivencia. Sin embargo, la activación prolongada o la incapacidad para procesar adecuadamente el trauma pueden llevar a una disfunción crónica de estos sistemas.

Las experiencias traumáticas no integradas dejan una huella duradera en nosotros afectando a nuestra salud mental, emocional y física a largo plazo. 

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