Cómo nuestra infancia moldea nuestras relaciones de pareja. El equipaje emocional

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Equipaje emocional en la pareja

A la pareja llegamos con nuestra historia y con todas las experiencias contenidas en ella. En esta historia, nuestra infancia es una etapa fundamental en la que se sientan las bases de cómo experimentamos y nos relacionamos con el mundo y con otras personas.

Cada uno de nosotros trae a nuestras relaciones un "equipaje emocional", patrones de comportamiento, patrones emocionales y creencias profundamente arraigadas que se originaron en nuestro núcleo familiar más temprano. Cuando nacemos, necesitamos estar en relación con otra persona para sobrevivir y empezamos a interactuar con el mundo a través de estas relaciones tempranas con nuestros cuidadores principales que, habitualmente, suelen ser nuestros padres.

La teoría del apego sostiene que estas primeras experiencias de estar influyen profundamente en nuestro desarrollo emocional y social, modelando nuestros estilos de apego. Estos estilos de apego son los patrones de comportamiento y las respuestas emocionales que llevamos con nosotros a lo largo de nuestra vida y que se manifiestan en la pareja, especialmente, en momentos difíciles.

Imaginemos, por ejemplo, a un bebé que es cuidado de manera amorosa y sensible por sus padres cuando llora o necesita consuelo. Los bebés expresan sus necesidades a través del llanto, y si este pequeño experimenta que sus necesidades son atendidas de una manera consistente, desarrollará un estilo de apego seguro y confiará en la disponibilidad y capacidad de respuesta de sus padres (cuidadores principales). Es muy probable que este niño, ya en su edad adulta, tenga relaciones íntimas caracterizadas por la confianza, la intimidad, la conexión emocional y la comunicación transparente. 

Ahora, imaginemos a otro bebé cuyos cuidadores están poco disponibles emocionalmente y son poco receptivos a sus necesidades. Este bebé puede desarrollar un estilo de apego inseguro, con ansiedad por la separación o bien con evitación del contacto con sus cuidadores. Es probable que este niño, en su edad adulta, experimente dificultades para confiar con los demás, tenga miedo a mostrarse vulnerable o a necesitar algo de otras personas, o que busque una excesiva validación en las relaciones íntimas (entre otras cosas). 

En nuestra infancia se configura nuestro estilo de apego predeterminado, que va a influir a posteriori durante nuestra vida. Estos estilos de apego no son inamovibles, y si experimentamos ciertos patrones de comportamientos o respuestas emocionales como disfuncionales, esto es algo que se puede modificar con el trabajo y el desarrollo personal o con la terapia, por ejemplo. Pero es algo que muchas veces va a resonar, en mayor o menor medida, en nuestra relación de pareja. (Si quieres conocer un poco más acerca de los estilos de apego en la pareja, puedes leer este otro artículo).

Además de los estilos de apego, también internalizamos modelos de relación basados en las dinámicas familiares que hemos vivido durante nuestra infancia. Adoptamos patrones familiares y los repetimos en nuestra edad adulta.

Si crecimos, por ejemplo, en un entorno familiar donde se evitaba el conflicto y "hablar de ello", es probable que repitamos ese mismo patrón en nuestras relaciones íntimas y corramos "tupidos velos" cada vez que haya algo que nos duele, nos incomoda, o algo que es difícil de afrontar. ¿Te has oído alguna vez repitiendo la frase de "estoy repitiendo lo mismo que mis padres/madre/padre"?.

Estas experiencias de nuestra infancia contribuyen a configurar un equipaje emocional que se manifiesta de múltiples maneras en nuestras relaciones de pareja. Puede influir en la forma en que nos comunicamos, en cómo manejamos el conflicto, en las expectativas que proyectamos en nuestra pareja, en el miedo (o no) a la vulnerabilidad y la intimidad física o emocional; e incluso en los autosabotajes inconscientes de la relación debido a creencias sobre nuestra pareja, sobre nosotros o sobre si somos (o no) merecedores.

Este equipaje emocional no es algo con lo que "tengamos" que vivir eternamente, sino más bien es una oportunidad para abrir una puerta hacia nuestro autoconocimiento. Reconocer nuestra "mochila" no significa juzgarnos ni quedarnos anclados en nuestra historia, sino acoger con amor el hecho de que nuestra experiencia temprana nos ha marcado y que nos ofrece valiosas pistas para entendernos mejor a nosotros mismos y a nuestra pareja. Mirar con valentía y compasión estas dinámicas internas, es el inicio de un proceso consciente de cambio, sanación y crecimiento. Este camino, aunque a veces incómodo, es el que nos lleva a construir vínculos más auténticos, satisfactorios y conscientes, donde podamos vivir la intimidad y la conexión desde la libertad y la plenitud emocional.

 

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