El pensamiento binario como síntoma de trauma
El otro día, trabajando un tema en terapia, surgió una pregunta para la cual, inicialmente, solo tenía una respuesta binaria: A/B, sí/no, bueno/malo. Tras esa pregunta la sesión continuó y ocurrió algo curioso: tras hacer un proceso de integración de trauma en esa sesión, me di cuenta de que la respuesta no tenía por qué ser A o B, sino que podía ser C. Ese patrón binario donde solo había dos posibilidades, simplemente, dejó de tener sentido.
El pensamiento binario es algo que veo, con una cierta frecuencia, en las sesiones de terapia: relaciones idealizadas que, de repente, se caen del pedestal; pensamientos de conmigo o contra mí, si no es perfecto no vale, generalizaciones del tipo “la gente es mala”, etcétera... Este patrón de pensamiento es un mecanismo de control que intenta dar sentido a un mundo que puede percibirse (inconscientemente muchas veces) como peligroso o caótico. Al categorizar nuestras experiencias podemos sentir una cierta sensación de orden y previsibilidad, pero como contrapartida, cuando este patrón se convierte en algo persistente, podemos impedir la percepción y comprensión completa de las situaciones, las experiencias, la conexión y empatía con otras personas, así como limitar nuestra capacidad de manejar la ambigüedad, la diversidad y la complejidad de la vida.
La simplificación cognitiva del pensamiento binario bajo estrés
Cuando nos enfrentamos a una amenaza, nuestro sistema nervioso activa la respuesta de lucha-huida preparando nuestro cuerpo para defendernos o escapar del peligro. Cuando el trauma no ha sido integrado, esa respuesta se queda “enganchada” y puede volverse hiperactiva o desregulada. Bajo estas condiciones de estrés agudo o crónico, como las experimentadas durante y después del trauma, nuestro cerebro prioriza la eficiencia y la supervivencia por encima del procesamiento reflexivo para poder responder cuanto antes a esa situación de peligro por lo que, en estas situaciones, el pensamiento binario es extremadamente útil ya que nos permite tomar decisiones rápidas y claras. Sin embargo, esta simplificación puede convertirse en un patrón disfuncional cuando acaba haciéndose rígido, generalizándose y extendiéndose a situaciones cotidianas y en las que no nos acecha ningún peligro real.
El trauma puede llevar a una desregulación de nuestro sistema nervioso autónomo. Cuando esta desregulación se prolonga en el tiempo, puede manifestarse en una mayor sensibilidad a las señales de estrés y una menor capacidad para volver a un estado de calma y seguridad. Este estado de hipervigilancia puede perpetuar ese patrón de pensamiento binario ya que, a pesar de que el evento traumático pasó, como nuestro Sistema Nervioso está desregulado, la percepción de amenaza persiste y, con ella, también la necesidad de respuestas rápidas, contundentes y definitivas.
El impacto en las relaciones
El pensamiento binario suele cargar de expectativas a las personas con las que nos relacionamos. Cuando es así solemos tener ideas muy rígidas de lo que significa ser un “buen amigo”, “buena pareja” o “buena madre” y cuando las personas se ajustan a esa idea y responden positivamente a esas expectativas todo va bien, están en el pedestal, pero en cuanto fallan se caen del pedestal de manera estrepitosa: o son los más buenos o son los más malos.
Las personas sobre las que colocamos esas expectativas pueden sentirse presionadas para cumplir con ese estándar binario, lo que puede dar lugar a estrés, insatisfacción, percepción de no ser visto y/o aceptado tal como uno es, de no ser comprendido o no sentirse valorado en su totalidad. Puede ser especialmente dañino para la intimidad y la conexión entre las personas.
Ese pensamiento binario suele tender también a evaluar el éxito de la relación en términos absolutos: o es lo mejor, o es lo peor. La mirada se centra en las polaridades y, cuando está centrada en lo peor, se pierde de vista lo bueno que ha habido en la relación.
En la comunicación, el pensamiento binario puede crear barreras significativas entre las personas. En discusiones o conflictos, aparecen argumentos de ganar o perder donde una parte busca imponer su verdad sobre la otra. No tiene cabida la negociación y el diálogo, sino la comunicación defensiva y combativa.
El pensamiento binario, en definitiva, aunque puede ser una solución extremadamente útil frente al caso del trauma, a largo plazo puede ser realmente limitante. Al reconocerlo, abordar y desafiar este pensamiento trabajándolo a través de la integración del trauma, podemos enriquecer nuestra vida y nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.
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