Autenticidad y vulnerabilidad en el terapeuta y su papel en la relación terapéutica

Desde mi punto de vista personal, mi experiencia como terapeuta y como cliente/paciente, el hecho de que un terapeuta sea capaz de mostrarse vulnerable y auténtico en una sesión de terapia, contribuye muy positivamente al proceso terapéutico.
La autenticidad y la vulnerabilidad son dos elementos fundamentales para establecer una relación de confianza y apertura en el marco de cualquier tipo de relación, y más aún en la relación terapéutica. Estos aspectos no solo contribuyen a la creación del vínculo, sino que también puede ayudar a modela comportamientos positivos en el cliente que puede incorporar en sus propias vidas.
La autenticidad en la terapia se refiere a la capacidad del terapeuta de ser genuino y congruente en la relación con el cliente. Carl Rogers, uno de los fundadores de la psicología humanista, destacó la autenticidad como un elemento esencial en la relación terapéutica, junto con la empatía y la aceptación incondicional positiva. La autenticidad, en el terapeuta, implica que este sea honesto consigo mismo y con el cliente, y que sus acciones y palabras reflejen sus verdaderos pensamientos y sentimientos. Honestidad y transparencia en estado puro que requieren, además de autoconocimiento, un verdadero ejercicio de integridad.
El hecho de que como terapeutas seamos capaces de mostrarnos de manera auténtica en la relación implica que no tenemos energía ni atención atrapada en fingir ser alguien que no somos, o en ocultar algo que es orgánico o natural en nosotros. En la medida en que nuestra atención está libre del fingir o del aparentar, vamos a poder estar mucho más presentes para el cliente y para su proceso.
Además, la falta de autenticidad puede erosionar la confianza de la persona, creando una barrera emocional entre él y nosotros que va a dificultar la conexión y la comprensión mutua. Cuando esto sucede, es muy probable que nuestro cliente muestre una menor predisposición a abrirse, no se sienta seguro y perciba que quizás hay algo en el terapeuta que no está siendo mostrado de una manera clara y honesta. Algo que le puede llevar a desconfiar de las intenciones y/o a abandonar el proceso de terapia.
Cuando hablo de vulnerabilidad, me refiero en este caso a nuestra disposición como terapeutas a compartir aspectos de nuestra propia humanidad. Ser vulnerable no significa que el terapeuta se convierta en el centro de la sesión o que comparta en exceso, sino que utiliza su propia vulnerabilidad como una herramienta para crear una conexión más profunda y auténtica con el cliente.
Cuando un terapeuta es auténtico y es capaz de mostrar su vulnerabilidad, el cliente percibe que es humano y alguien accesible. Fomenta la conexión y un ambiente de confianza donde el cliente puede sentirse lo suficientemente seguro como para atreverse a explorar sus propias vulnerabilidades, sus propios medios, sus propias debilidades. Se normaliza la vulnerabilidad como una cualidad intrínseca del ser humano, y la autenticidad como una necesidad profunda de nuestro ser. Al mismo tiempo, al ver a su terapeuta manejar sus propias vulnerabilidades de manera efectiva, el cliente puede, de nuevo, aprender por modelaje y desarrollar estrategias de resiliencia que pueden aplicar en sus propias vidas.
La autenticidad y la vulnerabilidad ayudan a construir una relación terapéutica mucho más fuerte y significativa que, en mi opinión, es fundamental para el éxito del proceso terapéutico. Pero, además, ser auténtico y vulnerable implica aceptar y compartir nuestra propia imperfección. Como terapeutas, creo que es importante sentirnos cómodos con nuestros propios errores y limitaciones, solo así podemos utilizarlos como oportunidades de aprendizaje tanto para nosotros mismos como para nuestros clientes.
Para mi, la base de esa capacidad de mostrarse vulnerable y auténtico es el autoconocimiento. Cuando nos conocemos a nosotros mismos, podemos ser capaces de estar en contacto con nuestras propias emociones, reacciones, nuestros patrones automáticos o aprendidos, pensamientos, etcétera. A partir de ahí podemos realmente atrevernos a ser auténticos.
La atención plena también juega un papel importantísimo en ese conocerse a uno mismo. El hecho de practicarla, tanto en terapia como en el día a día, nos permite estar mucho más presentes y ser más conscientes de nuestras propias experiencias internas.
Parece que es fácil hablar de autenticidad y vulnerabilidad cuando no hay miedos ni debilidades, pero lo cierto es que, como terapeutas también los tenemos (somos humanos). Ser auténticos y vulnerables no quiere decir que no los tengamos, sino que implica la capacidad de gestionar estas emociones de manera que no interfieran en el proceso terapéutico.
Parte de la esencia de nuestro papel como terapeutas reside en acoger nuestra humanidad y lo que ello implica, con todas nuestras fortalezas y fragilidades. Trabajar en nuestro autoconocimiento, integrar nuestros propios asuntos y sentirnos cómodos en nuestra propia autenticidad y vulnerabilidad, nos va a permitir acompañar los procesos de crecimiento de nuestros clientes desde un espacio mucho más humano, honesto y amoroso.
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