Cómo las heridas no sanadas de los padres se reflejan en los hijos

Si hay algo que tengo claro, es que en muchos casos los hijos no solo heredan el color de los ojos o los gestos de sus padres, sino que también pueden heredar sus silencios, sus miedos y patrones emocionales que tienen su raíz en heridas que nunca fueron integradas. Pueden haber sido comprendidas y conocidas, pero en muchas ocasiones falta la integración. Nuestras heridas explican nuestros comportamientos, pero de ninguna manera los justifica y es nuestra responsabilidad trabajar sobre ellas.
Cuando hablamos de trauma y heridas emocionales, no hablamos solo de grandes tragedias, sino también de experiencias que han sobrepasado la capacidad de nuestro sistema nervioso para procesarlo. Tal vez sea la falta de una mirada emocional en la infancia, la exigencia constante, la humillación, la violencia, el abandono o incluso la ausencia afectiva de un padre o una madre que sí que estaba físicamente presente, pero no lo estaba emocionalmente.
Si llegados al a adultez no hemos podido elaborar esas experiencias e integrarlas, es decir, no hemos podido darles un sentido, expresarlas, sentirlas y transformarlas, nuestro sistema nervioso puede quedarse en un estado de alerta o de congelación. Desde ese espacio, educar a un niño, vincularse con él o acompañarlo no resulta nada fácil y se vuelve en un acto donde la herida y el trauma no integrado resuena profundamente.
Po ejemplo, una madre que aprendió a sobrevivir complaciendo a los demás, puede enseñar inconscientemente a su hija a reprimir y desconectarse de sus necesidades. Los niños, al fin y al cabo, aprenden por modelaje. O tal vez un padre que creció con un progenitor distante y autoritario, puede haber aprendido que mostrar emociones es signo de debilidad y puede resultarle incómodo expresar ternura o vulnerabilidad. Para el niño, esto es percibido como desinterés o falta de amor, pudiendo aprender a reprimir su necesidad de afecto y llevándole, ya de adulto, a mostrarse emocionalmente poco disponible para sus relaciones. El pasado no resuelto de los padres impregna el presente a través de la relación con los hijos.
Por otro lado, la neurociencia nos enseña cómo el vínculo temprano (padres-hijo) moldea la arquitectura cerebral del niño. Durante los primeros años de vida, el niño no tiene aún su sistema nervioso autónomo plenamente desarrollado y su regulación emocional depende del adulto (madre/padre). Aprende a calmarse cuando el adulto lo calma, aprende a sentirse seguro cuando el adulto le transmite seguridad, aprende a sentir que es importante y que sus necesidades son importantes, cuando el adulto las atiende regularmente.
Pero ¿qué ocurre si el adulto nunca aprendió a sentirse seguro? Cuando eso sucede, el niño crece en un clima emocional donde la ansiedad, el miedo o la desconexión son lo natural. Su cuerpo aprende a leer el mundo desde esa vibración, y sin saberlo, su sistema nervioso se organiza no en torno a la confianza en la vida y en el mundo, sino en torno a la supervivencia.
Este es uno de los mecanismos más sutiles de la transmisión transgeneracional del trauma: no es tanto lo que se dice, como lo que se siente y nos modela en la convivencia diaria.
Por eso es tan importante, el trabajo personal de los padres en terapia. Por supuesto, ellos también fueron “víctimas” de las heridas de sus propios padres, tal y como podemos ver en los talleres de Constelaciones. Los hijos se convierten en el escenario donde la historia no resuelta de sus padres siempre busca completarse y, generalmente, eso es lo que nos lleva a trabajar en terapia.
Cada vez que un padre o una madre se atreve a mirar su historia y a sentir lo que antes evito sentir, mirándolo con amor; se abre un espacio para que sus hijos crezcan con un mayor grado de libertad y puedan empezar a vivir su propia vida y no la vida inconclusa de sus padres.
Todos cargamos con algo que no empezó en nosotros, pero llega un momento en la vida en el que sentimos que ya no queremos seguir viviendo desde la herida, y es ahí donde empieza el camino de transformación. En nuestros talleres de Constelaciones, sesiones de terapia y formación, acompañamos ese movimiento de volver a ti, volver a tu historia, volver a la vida. Lo hacemos desde la mirada sistémica y la integración del trauma pero, sobre todo, con mucho amor y respeto.
Si sientes que este es tu momento, si lo deseas, estamos aquí para acompañarte.
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