La sensación de seguridad en el niño y el bebé
Aprendemos por observación e imitación y esa es la manera en la que de bebés y de niños interiorizamos emociones y estrategias aprendidas de nuestros cuidadores principales (que suelen ser nuestros padres) y esto es algo que sucede, especialmente, durante los dos primeros años de nuestra vida; etapa en la que como bebés aprendemos a través de experiencias sensoriales, o lo que es lo mismo, interacciones sensoriales y motoras con nuestro entorno.
La etapa comprendida entre los 0 y los 2 años de vida es fundamental para el bebé que un día se convertirá en adulto. En estos 2 primeros años el cerebro del niño experimenta un importantísimo crecimiento: es una fase crítica para la formación de conexiones neuronales y para la mielinización de las fibras nerviosas que facilitan la transmisión rápida de información dentro del cerebro. En esta etapa la plasticidad cerebral es muy alta y esto significa que el cerebro del niño está especialmente receptivo al aprendizaje y la adaptación durante este tiempo. Utilizando una metáfora, podría decirse, que durante esa etapa de la vida del niño se está sentando las bases del sistema operativo con el cuál va a funcionar durante la vida.
Además, estos primeros años de vida son cruciales para el desarrollo de vínculos saludables. Según la teoría del apego, estos primeros vínculos emocionales van a influir en la forma en la que el bebé, y posteriormente el adulto, establecerá relaciones en el futuro. En esta etapa los niños van a comenzar a desarrollar una comprensión hacia sus propias emociones y la de los demás, aprenden a expresar sus necesidades y sentimientos a través de gestos, expresiones faciales y sonidos o palabras. Durante esta etapa, el niño, va a adquirir la sensación sentida de cómo es el mundo, cómo son los demás (y cómo relacionarse) y de lo valioso o importante que es el o sus necesidades.
Las experiencias durante esta etapa de la vida, tanto las positivas como las negativas, pueden afectar al desarrollo de habilidades cognitivas, emocionales y sociales; además de tener un impacto significativo en el desarrollo de la arquitectura cerebral. En este sentido, la seguridad y el bienestar del niño es fundamental para un desarrollo cerebral y saludable. Si el niño se siente seguro manejará mejor el estrés, se fortalecerán las conexiones neuronales y se desarrollarán de una manera óptima las habilidades cognitivas, emocionales y sociales.
El niño interioriza emociones y estrategias aprendidas de sus cuidadores principales (habitualmente sus padres) así que, como adultos podemos utilizar nuestra voz, nuestras expresiones corporales y faciales pare crear en el niño esa sensación de seguridad (o de inseguridad). Y para fomentar un sentido de seguridad en el bebé, según la teoría polivagal, es de vital importancia fomentar un entorno que active su sistema nervioso parasimpático ventral, algo que va a ayudarlos a sentirse calmados y seguros.
Pero, antes de entrar en detalle, me gustaría explicar un poco más acerca de la teoría polivagal, una teoría especialmente relevante en múltiples campos. Según esta teoría nuestro sistema nervioso está compuesto por 3 ramas principales: el sistema nervioso simpático dorsal (que prepara el cuerpo para la acción), el sistema nervioso simpático ventral (que promueve la calma y la conexión social) y el sistema nervioso parasimpático dorsal (asociado a estados de inmovilización o parálisis, congelación y desconexión).
Para fomentar en el bebé un sentido de seguridad, según la teoría polivagal, es clave fomentar un entorno que active su sistema nervioso parasimpático ventral y estas son algunas de las formas en las que puedes contribuir a activarlo:
El contato físico suave tal como abrazar, acunar o tocar con delicadeza al bebé puede estimular el sistema nervioso parasimpático y ayudarles a sentirse calmados y seguros.
El tono de voz y la prosodia tranquilizadora (ritmo, entonación y melodía del habla), puede ejercer también un efecto calmante sobre su sistema nervioso interpretándolo, el bebé como una señal de seguridad. Puedes cantar nanas o murmurar tranquilamente para genera este efecto. Así mismo, mantener un entorno físicamente tranquilo con niveles bajos de ruido e iluminación suave ayuda a evitar la sobreestimulación del sistema nervioso del bebé, promoviendo la calma y la relajación.
Cuando estamos atentos y tenemos una respuesta consistente, predecible y sensible a las necesidades del bebé se refuerza su sentido de seguridad y la previsibilidad. La previsibilidad es algo fundamental para que el bebé adquiera esa sensación sentida de estar seguro (no en peligro) y también es útil, en este caso, establecer ritmos y rutinas regulares para comer, dormir y jugar.
La teoría polivagal también enfatiza la importancia de la co-regulación en las interacciones sociales. La presencia de un adulto calmado (especialmente sus cuidadores principales) y regulado influye directamente en el estado del sistema nervioso del bebé. Los bebés nacen con un sistema nervioso inmaduro y dependen de sus cuidadores principales para aprender a regular sus emociones, cuando estos están calmados y regulados emocionalmente están proporcionando un modelo a seguir para el bebé, ayudándole a aprender cómo calmarse y a regular sus propias emociones.
Los cuidadores principales van a servir, durante toda la infancia, como modelos a la hora de desarrollar sus patrones de conducta, de regulación, de manejo de las emociones y del estrés. Los pequeños observan e internalizan cómo sus padres manejan las situaciones estresantes y, como comentábamos al inicio del artículo, aprenden por imitación.
Suscríbete a nuestra newsletter
Recibe contenidos e información de cursos y talleres para tu crecimiento personal y profesional
No nos gusta el SPAM. Esa es la razón por la que nunca venderemos tus datos.