El trauma complejo en adultos

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El trauma complejo en adultos

Habitualmente solemos asociar la palabra trauma a experiencias muy dolorosas, extraordinarias o impactantes como lo pueden ser un accidente, una catástrofe natural, una agresión por parte de otra persona. Sin embargo, el trauma es mucho más que eso y hay un tipo de trauma silencioso, mucho menos visible y más frecuente de lo que imaginamos, que muchas personas arrastran desde hace años, en muchísimas ocasiones sin saberlo. Estoy hablando del trauma complejo.

Pero antes de hablar de trauma complejo me gustaría distinguir entre evento o experiencia traumática y trauma. El evento o experiencia traumática es aquello que sucedió y que causó un fuerte impacto en nosotros. El trauma es la consecuencia de aquello que sucedió y que muchas veces se manifiesta a través de nuestro cuerpo, patrones de conducta, reacciones, estados de alerta, etc...

El trauma complejo no se produce por un único evento o experiencia traumática, sino por una exposición prolongada o repetida de situaciones que nos sobrepasan y producen un desborde emocional, especialmente en la infancia que es cuando tenemos menos mecanismos y recursos para afrontar determinadas situaciones. Este tipo de trauma puede impactar profundamente en nuestra salud mental, emocional y física aún en la vida adulta.

Algunas experiencias comunes que pueden dar lugar al trauma complejo pueden ser el abuso físico, emocional o sexual continuado, la negligencia emocional, vivir episodios de violencia doméstica, crecer con cuidadores con enfermedades mentales, graves o adicciones, ser víctima de acoso escolar, etcétera. No se trata solo del evento traumático o la experiencia, sino de la duración, la repetición y, por supuesto, la ausencia de figuras protectoras y emocionalmente disponibles durante el desarrollo.

Cuando experimentamos trauma complejo y este no ha sido integrado, se puede seguir manifestando en nuestra edad adulta en diferentes formas:

  • Flashbacks, pesadillas, imágenes o recuerdos intrusivos que vuelven de forma inesperada.
  • Evitación de lugares, personas, conversaciones o pensamientos que nos recuerdan a aquello que pasó
  • Hiperactivación, sobresaltos, irritabilidad, problemas de sueño, dificultad para concentrarse e incluso sensación de estar en peligro o no sentirnos seguros constantemente.
  • Dificultades en la regulación emocional, reacciones explosivas, sentimientos crónicos de tristeza o vacío, disociación.
  • Sensación de ser incurable, defectuoso, o diferente a los demás con los consiguientes sentimientos de no sentir pertenencia.
  • Culpa excesiva .
  • Baja autoestima, sensación de sentirnos poco valiosos o no merecedores de ser amados.
  • Creencias negativas internalizadas, como puede ser “no soy suficiente”, “no merezco”, “todo es mi culpa”, etc.
  • Dificultades en las relaciones, aislamiento social, problemas para confiar en las personas y para sentirse seguro con otras personas, dificultad para la intimidad, dependencia emocional.
  • Disociación y ausencia de recuerdos o lagunas de algunas etapas de nuestra vida.
  • Problemas de salud física con la aparición de enfermedades autoinmunes, dolores crónicos, problemas gastrointestinales, etc.

La ciencia también se ha encargado de estudiar el trauma complejo y uno de los estudios científicos más conocidos es el estudio ACEs (Adverse Childhook Experiences Study) llevado a cabo con una muestra de más de 17.000 adultos. Este estudio ayudó a transformar la comprensión del trauma infantil y demostró cómo las experiencias adversas en la infancia están profundamente relacionadas con múltiples problemas de salud física, mental y social en la edad adulta.

Aunque este estudio fue diseñado para investigar por qué algunos adultos con obesidad crónica no respondían a tratamientos tradicionales, lo que encontraron fue mucho más profundo. Encontró una correlación directa entre las experiencias adversas en la infancia y la depresión y ansiedad en adultos, los problemas de adicciones, las enfermedades cardiacas y metabólicas y un mayor riesgo de suicidio.

Cuando nos exponemos de forma constante a ese tipo de experiencias, nuestro cerebro desarrolla patrones de alerta y desregulación y áreas como la amígdala, el hipocampo o el córtex prefrontal pueden verse alteradas afectando a nuestra capacidad de razonar, controlar nuestros impulsos y sentir seguridad emocional.

Justo esta mañana veía un vídeo sobre un proyecto llevado a cabo en prisiones de Estados Unidos en el que se informa sobre trauma y se puede comprobar cómo detrás de muchas personas en prisión hay un importante número de experiencias adversas en la infancia y Trauma Complejo.

Aunque no siempre es así, el trauma infantil no abordado puede cambiar la forma en que respondemos al mundo y, cuando este se activa, podemos tomar decisiones que a veces tienen consecuencias devastadoras, como la violencia doméstica, la adicción, el homicidio y la prisión.

Con el trauma complejo, igual que con otros, a veces puede existir una cierta tendencia a no mirar lo que pasó, pero cerrar los ojos al trauma no lo va a hacer desaparecer. Ya hemos visto que, aunque todo eso pasó nuestro cuerpo puede seguir reaccionando a través de múltiples síntomas como los que hemos compartido antes.

El trauma complejo no define quién eres, ni tampoco quién vas a ser, pero entenderlo puede ayudar. Sanar el trauma complejo es posible y un primer paso es mirar lo que pasó con compasión, y por supuesto, no tienes que hacerlo solo o sola.

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