El linaje femenino materno y su impacto en el sistema familiar y en nuestra vida

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Una de las figuras que más influye en nuestras vidas es, indudablemente, la figura de la madre. Y con ella, todo el linaje femenino de nuestra rama materna: abuelas, bisabuelas y mujeres anteriores de nuestro sistema familiar que es el origen y la base de lo que, también, ha vivido nuestra madre.

En el ámbito de lo sistémico y las Constelaciones Familiares se dice que la madre simboliza la Vida. A través de ella llegas a la vida y eres 9 meses (o quizás menos) con ella en su vientre. Durante nuestra gestación no tenemos una conciencia de ser algo diferente a nuestra madre: nuestras primeras experiencias sentidas se dan de la mano de nuestra madre y, en nuestra etapa más temprana de la vida incluso nos regulamos emocionalmente a través de ella.

Adicionalmente, el vínculo que creamos con nuestra madre suele ser nuestra relación de apego principal. Esta relación de apego está imbuida y fuertemente influenciada por todo lo que ella misma ha recibido, vivido y experimentado de la mano de su madre (nuestra abuela), que a su vez recibió de la mano de nuestra bisabuela y así sucesivamente. Todo el linaje femenino materno está presente, de una manera u otra, en esa relación con la madre y se manifiesta a través de los patrones familiares que aprendemos y vivenciamos desde el mismo momento en el que somos concebidos.

El linaje femenino materno influye poderosamente en nuestras vidas transmitiendo patrones emocionales, creencias, traumas, recursos y experiencias que afectan a nuestra propia identidad. Aprendemos por modelaje y a través de ese linaje adquirimos, por ejemplo, ciertas ideas “arquetípicas” y creencias sobre qué implica ser mujer, la maternidad, la sexualidad, la relación con nuestro cuerpo, la relación de pareja, las formas de amar o de manifestar las emociones, el rol de la mujer en el sistema familiar, la manera en la que nos cuidamos o descuidamos, etcétera.

Si lo observamos con una mirada más amplia, muchas de nuestras creencias sobre el amor, la maternidad y el rol de la mujer en la sociedad provienen de las vivencias de nuestras ancestras y, a su vez, estas están fuertemente influenciadas por el contexto social en el que ellas vivieron.

Las heridas en el linaje femenino

El linaje femenino nos habla de amor, de sabiduría y de fortaleza, pero también puede hablarnos de heridas o de una fuente de dolor no resuelto.

Por el contexto social y cultural en el que vivieron nuestras ancestras, muchas mujeres tuvieron que callar, ceder y sacrificarse por los demás. Son muchas las madres, abuelas y bisabuelas que no pudieron elegir su propio destino y que tuvieron que someterse a un rol que la familia y la sociedad le imponían. Mujeres que, quizás, se casaron sin amor o que dedicaron plenamente su vida al cuidado de otros olvidándose de ellas mismas, de sus sueños, aspiraciones y de sus deseos.

Estas experiencias de vida pueden llegar a transmitirse a través de creencias, expectativas y patrones familiares, arraigando en unas descendientes que hacen enormes sacrificios a costa de ellos mismos y que pueden llegar a sentir una gran carga de culpabilidad por querer una vida diferente con más libertad, capacidad de elegir y autonomía que su madre y ancestras. En ocasiones, cuanto más dolor hay en el sistema familiar, más culpables nos sentimos si nos atrevemos a ser un poquito “desleales” deseando hacer las cosas de una manera diferente en nuestra vida.

Estas heridas en el linaje femenino, también, pueden dar lugar a relaciones difíciles con nuestra madre, generando nuestras propias heridas y transmitiéndolas a la siguiente generación. La madre es la primera relación que establecemos en nuestra vida, y la forma en que nos vinculamos con ella influye en todas nuestras relaciones futuras incluyendo en la relación con nuestra pareja y nuestros hijos.

Madres ausentes o con dificultad para conectar emocionalmente con los hijos y para expresar su amor puede generar sentimientos de abandono, de rechazo, de no pertenecer. Lo mismo sucede con madres sobreprotectoras que cargan con un fuerte miedo por el futuro, la salud, la seguridad de sus hijos. También es posible que como hijos o hijas sintamos que cargamos con los dolores no resueltos de nuestra madre y que tenemos que “hacer algo” para que ella esté bien.

En algunos sistemas familiares, además, se ha asociado el rol de la mujer con el sacrificio, la sumisión, el sufrimiento, la debilidad. Esto puede terminar creando en nosotros creencias inconscientes que arraigan profundamente e impactan en nuestra autoestima, sensación de valía y autoconcepto.

En otras ocasiones, la pérdida de hijos no nacidos también pueden generar un dolor no procesado e integrado. Los abortos, tanto si son espontáneas como inducidos también tienen un impacto profundo en la mujer, en el linaje femenino y en la dinámica familiar. Desde el momento de la concepción tanto el cuerpo como la psique de la madre comienza a vincularse con el niño y, por muy breve que sea este vínculo, es realmente profundo. Si se interrumpe un proceso natural de maternidad suelen aparecen emociones intensas como la tristeza la culpa y el duelo que no siempre son fáciles de procesar o no sabemos gestionar.

A veces los abortos no llegan a considerarse como hijos o es posible que nuestra madre, abuela, ancestras o incluso nosotras mismas no nos hayamos dado el permiso para sentir realmente lo que sucede ante esa pérdida. Cuando eso sucede bloqueamos y reprimimos la emoción, nos desconectamos. La vida sigue pero, en realidad esa tristeza, culpa o duelo siguen en algún lugar de nosotros y para poder seguir siendo “funcionales” nos desconectamos emocionalmente, con el impacto que eso supone para nuestros hijos, pareja, etcétera.

Como consecuencia de este tipo de experiencias, es posible que proyectemos en nuestros hijos una sensación de miedo a la vida, a la pérdida, o incluso que los hijos experimenten una sensación de pérdida o abandono fruto de la desconexión, o de no sentirse merecedores.

La influencia del linaje materno femenino es notable en nuestras vidas. Volver la mirada atrás para contemplar la historia de nuestra madre, nuestra abuela, bisabuela y ancestras nos ayuda a entender el contexto en el que fue criada nuestra madre. Nos habla de nuestra madre y de cómo aprendió a relacionarse, a ser madre, a ser mujer, a amar, a cuidar a sus hijos. Nos habla de una historia de supervivencia llena de recursos y herramientas, pero también de heridas y asuntos no resueltos que también han tenido un impacto sobre nuestras vidas, del que tenemos que hacernos cargo. Este trabajo no se trata, en sí, de “sanar” a nuestras ancestras: nada podemos hacer con lo que ya pasó. Se trata de tomar nosotros mismos responsabilidad por las heridas que hemos experimentado en nuestra vida fruto de esa transmisión transgeneracional.

Las Constelaciones Familiares pueden ayudarte a entender la historia y a indagar en los patrones transgeneracionales que nos han herido, pero es a través de la terapia, de la integración de trauma y de la mirada hacia nosotros y nuestro mundo interno, cuando realmente podemos comenzar a sanar las heridas y consecuencias de esa historia familiar.

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