El impacto de las exclusiones en el sistema familiar

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El impacto de las exclusiones en el sistema familiar

En el contexto de las Constelaciones Familiares, y de la terapia cuando hablamos de una exclusión nos referimos a cualquier miembro del sistema familiar haya podido ser olvidado, rechazado o marginado, ya sea de una manera consciente o inconsciente. Esto puede suceder, por ejemplo, en el caso de personas que con su actuación han causado un daño o vergüenza a la familia, han sufrido enfermedades mentales, pérdidas tempranas que han generado mucho dolor en la familia o eventos traumáticos como puede ser una violación, un accidente con consecuencias graves o un asesinato. Las exclusiones pueden tener un impacto profundo y duradero en el sistema familiar afectando no solo a la persona excluida, sino a el sistema completo y a las generaciones futuras.

Con mucha frecuencia, estas exclusiones suceden para proteger al sistema familiar del dolor intenso, la vergüenza, la culpa, el duelo o la ira. Sin embargo, esta estrategia, que nace de una intención protectora, pasa factura. Lo que se excluye tiende a manifestarse de otras maneras, generando dinámicas disfuncionales dentro del sistema familiar y afectando a sus miembros y a las relaciones.

Uno de los órdenes del amor, y principio fundamental de las Constelaciones Familiares establece que todos los miembros de un sistema familiar tienen el derecho de pertenecer a él. Si se excluye a una persona, surge un desajuste en el sistema y en el orden sistémico que puede manifestarse de diversas formas como síntomas, patrones repetitivos de comportamiento, conflictos interpersonales y otros.

En realidad, la exclusión, trata también del manejo de la atención y la capacidad de estar presentes. Imaginemos, por ejemplo, el caso de una madre que pierde a un hijo con apenas unos días de vida. Con cierta frecuencia, para evitar el dolor, la familia tiende a excluir a ese hijo. No habla de lo que sucedió, pero no hablar de lo que sucedió no implica que eso no existiera y que el dolor que produjo la muerte de ese hijo siga presente en el ambiente familiar.

Ese evento constituyó un trauma y el silencio alrededor de él contribuye a que se encapsule y no pueda procesarse adecuadamente. Como consecuencia de ello, es probable, que esto afecte a la familia. Tal vez la madre cae en depresión. Con el tiempo, la madre vuelve a quedarse embarazada y trae un hijo al mundo. Ese hijo, ya en el vientre de su madre, absorbió su tristeza a través del cocktail bioquímico que le llegaba por la placente y es probable que genere en él una predisposición a la depresión o la tristeza, pero a su vez va a crecer en un ambiente con una tristeza y un color latente, y con una madre que no está del todo disponible para él debido a su depresión. Una enorme cantidad de la atención de la madre está atrapada en aquello que sucedió y que no ha sido procesado. Cuando esto sucede, es muy frecuente, que el hijo sea consciente de que hay algo muy doloroso en casa de lo que no se puede hablar.

Las emociones reprimidas que están asociadas a la exclusión de un miembro familiar pueden influir en los descendientes como hemos visto. Una exclusión basada en la vergüenza, como la de un familiar que cometió un acto deshonroso según los valores de la familia, puede generar una atmósfera de juicio y represión emocional en las generaciones posteriores. Esto dificulta que otros miembros del sistema se expresen libremente y desarrollen su propia identidad.

Las exclusiones, también, pueden alterar la jerarquía natural de la familia. Por ejemplo, en el caso anterior, un hermano que muere y cuyo duelo no se ha podido elaborar puede "ceder" su lugar a otro hermano, que se siente obligado a ocupar un espacio que no le corresponde. Esto genera confusión y puede afectar la identidad y la estabilidad emocional de la persona que asume un lugar ajeno. En más de una ocasión, en un taller de Constelaciones, hemos podido ver como detrás de la sensación de “no encontrar su lugar en el mundo”, hay una pérdida temprana de un hermanito que no ha sido tenida en cuenta.

En otras ocasiones, cuando alguien es excluido, otros miembros de la familia, a menudo de generaciones posteriores, pueden desarrollar lo que, en Constelaciones, conocemos como "lealtades invisibles". Asumen de manera inconsciente la carga del excluido, repitiendo su destino o tomando un papel en la familia para compensar su ausencia. Por ejemplo, un nieto podría asumir un comportamiento autodestructivo para representar el dolor de un abuelo que fue olvidado o no reconocido. Es muy frecuente que detrás de todo esto lo que haya es miedos de los padres a que el hijo repita un destino, que finalmente acaban convirtiéndose en proyecciones.

Otra de las cuestiones que tienden a excluirse en los sistemas familiares son las dinámicas víctima-perpetrador. Así como todos los miembros de la familia tienen derecho a pertenecer al sistema familiar, en el caso de ese tipo de dinámicas, el perpetrador también pertenece al sistema. La razón, básica, está en que el hecho traumático del que fue protagonista modificó y afectó significativamente a la historia familiar. En las Constelaciones no trabajamos con el juicio por lo que sucedió, sino simplemente reconociendo y asintiendo con lo que fue y lo que es.

Reconocer las exclusiones en la historia familiar nos ayuda a entender mejor nuestros propios sentimientos, miedos, limitaciones, automatismos y patrones de conducta. Al mismo tiempo, también puede liberarnos de patrones repetitivos, fortalecer nuestra propia identidad y mejorar las relaciones entre los miembros de la familia.

Trabajar con ellas nos recuerda que, aunque tratemos de olvidar ciertos episodios y aspectos de nuestra historia, estos siguen influyendo en nuestras vidas. No es una cuestión de revivir el dolor, sino de honrar lo que sucedió y reconocer que forma parte de la nuestra historia. En realidad, aunque hay una historia de dolor/vergüenza/culpa/ira..., estamos honrando la historia de supervivencia que hay detrás de ello. A través de este proceso, podemos restaurar el equilibrio en el sistema familiar y liberarnos de la carga de lo no dicho (pero sentido), permitiéndonos vivir de una manera más plena y libre.

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