Llorar y sus beneficios

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llorar y sus beneficios

De niños es frecuente, que en la relación con nuestros padres experimentemos que hay ciertas emociones que tenemos que evitar o reprimir. Esto sucede, por ejemplo, con la ira o también con el llanto como manifestación del dolor emocional. Solemos reprimir el llanto. 

Llorar es un acto fisiológico de reacción a un dolor o incomodidad físico (en nuestra primera etapa de vida) o a un dolor emocional. También se puede llorar de risa o de alegría, pero en el caso particular de este post hablamos especialmente de ese lloro emocional por dolor.

Socialmente, además, llorar no está del todo muy bien visto. Es asociado con la vulnerabilidad y con la falta de control emocional, pero no podemos olvidar que es una respuesta fisiológica y se requiere mucha energía para reprimir algo que es natural y orgánico en sí mismo.

Llorar alivia, desestresa y también cansa

Cuando lloramos se activa el Sistema Límbico y el Sistema Nervioso Parasimpático. Esta parte de nuestro cerebro está asociada con los procesos de descanso

Se ha podido comprobar, también, que llorar produce la liberación de opiáceos, oxitocina y endrofinas y que nuestras lágrimas contienen prolactina, serotonina, cortisol y adrenalina. Todas estas sustancias contribuyen a una mayor sensación de calma y de bienestar. 

Diversos estudios han podido comprobar, también, que tras el llanto se produce una disminución de cortisol, la hormona asociada con el estrés. 

Pero además, llorar nos cansa físicamente. Cuando lloramos se incrementa nuestro mecanismo cerebral. En condiciones normales, un 20% de nuestra sangre es bombeada a nuestro cerebro; sin embargo cuando lloramos este porcentaje sube hasta el 25% y para que eso suceda aumenta nuestra frecuencia cardiaca y respiratoria. 

Llorar ante otros

Más allá de constructos sociales, el llanto es un mecanismo puramente fisiológico que nos ayuda a reducir el estrés, calmarnos y relajarnos pero que además puede generar en el otro una respuesta que no siempre es fácil de sostener. 

Es habitual escuchar un "pero no llores", cuando vemos a otro llorar porque no a todos les resulta fácil sostener la vulnerabilidad en el otro.

Hace tiempo leía una cita de Stephen Levine que decía:

"Cuando tu miedo toca el dolor de alguien, se convierte en pena; cuando tu amor toca el dolor de alguien, se convierte en compasión".

Cuando vemos a otro llorar se activan nuestras neuronas espejo generándose oxitocina y aumentando el sentimiento de empatía; y en ocasiones despierta nuestra propia herida y he ahí la dificultad para sostenerlo.

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