¿Por qué siempre atraigo el mismo tipo de pareja?

"¿Por qué siempre termino con la persona equivocada?" o "¿por qué me siento atraída por personas que no están disponibles, que no me ven, que no me priorizan o que me lastiman?" son preguntas que escuchamos frecuentemente en terapia y en nuestros talleres de constelaciones.
Muchas veces repetimos situaciones, dinámicas o conflictos similares en nuestras relaciones de pareja sin entender por qué sucede esto, y terminamos preguntándonos qué está mal en nosotros, qué es lo que no vemos o por qué, simplemente, no conseguimos avanzar hacia un tipo de relación más sana o satisfactoria. Y tú, ¿te has preguntado alguna vez por qué parece que siempre acabas con el mismo tipo de pareja o que, por más que intentes elegir diferente, algo inconsciente te lleva a vivir las mismas experiencias una y otra vez?
Aunque cada situación personal es única, detrás de esto suele haber factores psicológicos y emocionales que vale la pena explorar para comprender mejor qué hay detrás de estas dinámicas.
Nuestras relaciones no son casuales ni fruto del azar. Cada vínculo amoroso que establecemos es, en cierto modo, un espejo que refleja aspectos internos nuestros, muchos de ellos inconscientes. La pareja que elegimos suele resonar con heridas emocionales no resueltas, creencias limitantes sobre nosotros mismos o sobre el amor, y necesidades emocionales no satisfechas desde nuestra infancia o adolescencia.
Estamos influenciados profundamente por dinámicas inconscientes provenientes de nuestro sistema familiar. Durante nuestros primeros años de vida aprendemos cómo es el amor, según cómo se relacionan nuestros padres o aquellas figuras que cuidaron de nosotros. Aprendemos si el amor implica esfuerzo constante, si está relacionado con la ausencia, la falta o el abandono, o si podemos confiar plenamente en que el otro estará allí para nosotros. Todo esto ocurre de manera silenciosa y queda guardado en nuestro interior, creando una especie de “mapa emocional” que guía inconscientemente nuestras decisiones amorosas más adelante.
Aunque a nivel consciente podamos desear un amor sano, equilibrado y recíproco, si nuestro inconsciente asocia el amor con el sufrimiento, la indiferencia o la lucha, tenderemos a buscar —o a sentirnos irresistiblemente atraídos por— personas que recreen esas mismas experiencias. Esto no ocurre porque queramos sufrir, sino que responde a un mecanismo inconsciente de búsqueda de seguridad. Nuestro cerebro tiende a preferir lo que nos resulta familiar incluso cuando es disfuncional o doloroso, porque lo asocia con lo predecible y, por tanto, con lo “seguro”. Estos esquemas suelen originarse en experiencias tempranas y se consolidan como formas automáticas de relacionarnos con nosotros mismos y con el entorno.
Además, muchas veces intentamos sanar a través de la pareja lo que no pudimos resolver en nuestra historia personal. Inconscientemente buscamos que el otro nos dé lo que no recibimos: validación, presencia, afecto incondicional, escucha, protección, etc. Y cuando la pareja no cumple ese rol (porque en realidad no puede ni le corresponde llenar nuestras carencias), surge la frustración, el conflicto o la sensación de vacío. A veces, incluso, repetimos sin darnos cuenta la relación que tuvimos con alguno de nuestros progenitores, esperando inconscientemente que esta vez el desenlace sea diferente.
¿Cómo empezar a romper estos patrones?
El primer paso para transformar estas dinámicas repetitivas es tomar conciencia. No para culparnos ni etiquetarnos, sino para empezar a mirar con honestidad y compasión lo que está operando en nuestro interior. Comprender que no hay nada "mal" en nosotros, sino que simplemente estamos actuando desde un lugar que aprendió a amar de una forma determinada, muchas veces basada en carencias o aprendizajes antiguos.
Muchas veces, cuando exploramos estos temas en sesiones de terapia, coaching integrativo o en nuestros talleres de constelaciones, vemos que detrás de ese patrón hay una niña o un niño interior que sigue esperando ser visto, amado o protegido. Y mientras esa parte no sea atendida por nosotros mismos, seguirá activándose en automático en nuestras relaciones, esperando que otro lo haga por nosotros.
La importancia del vínculo con uno mismo
Otro aspecto fundamental en este proceso es la relación que mantenemos con nosotros mismos. Porque el tipo de pareja que atraemos no sólo refleja nuestras heridas, sino también la manera en que nos tratamos a nivel interno. Si nos abandonamos emocionalmente, si no nos escuchamos, si nos exigimos demasiado o nos invalidamos constantemente, es más probable que atraigamos a alguien que refuerce esa misma dinámica.
Por eso, muchas veces el camino hacia una relación más sana comienza por dentro. Cultivar una relación interna basada en la presencia, el respeto y el autocuidado es un paso esencial. No se trata de convertirnos en “perfectoss” antes de amar o de ser amadas, sino de aprender a sostenernos, a darnos lo que necesitamos y a poner límites saludables cuando algo no nos hace bien.
Sanar no es olvidar, es integrar
Sanar los patrones repetitivos no implica borrar el pasado, sino darle un nuevo sentido. Mirar con amabilidad nuestras experiencias anteriores —incluso las más dolorosas— como parte del camino que nos trajo hasta aquí, y preguntarnos: ¿qué me estaba mostrando esa relación sobre mí?, ¿qué aprendí?, ¿qué no quiero volver a repetir?
Esto requiere tiempo, compromiso y mucha ternura hacia uno mismo. A veces implica hacer duelos, soltar vínculos que ya no nos hacen bien o atrevernos a elegir diferente, aunque eso despierte miedo. También puede significar necesitar o pedir acompañamiento terapéutico, explorar nuestras dinámicas familiares, conectar con nuestro cuerpo, etc.
Abrirse a un nuevo tipo de amor
Cuando comenzamos a sanar desde dentro, algo empieza a cambiar también fuera. No porque mágicamente aparezca la pareja perfecta, sino porque ya no buscamos desde la carencia, ni desde la urgencia de ser completados por alguien más. Empezamos a elegir desde una parte más esencial de nosotros: desde la madurez emocional, desde la autoobservación y autoescucha, desde el deseo de compartir y ver a la otra persona tal y como es y no desde la necesidad de ser rescatados.
Nos damos permiso para construir vínculos más conscientes, donde haya espacio para la autenticidad, la vulnerabilidad y el crecimiento mutuo. Relaciones donde el amor no sea una lucha ni una prueba constante, sino un espacio de encuentro, de acompañamiento real y de libertad individual.
Estos patrones repetitivos no son un castigo ni una condena, sino una invitación a mirar más profundo. A explorar con honestidad qué partes de nuestra historia siguen buscando ser comprendidas, qué heridas necesitan ser abrazadas y qué aprendizajes podemos extraer de nuestras vivencias pasadas. Un regalo que nos empuja —a veces con fuerza— hacia un mayor nivel de consciencia, hacia una relación más verdadera con nosotros mismos y, en consecuencia, con los demás.
Suscríbete a nuestra newsletter
Recibe contenidos e información de cursos y talleres para tu crecimiento personal y profesional
No nos gusta el SPAM. Esa es la razón por la que nunca venderemos tus datos.