Las Constelaciones Familiares y la salud o la enfermedad

En más de una ocasión, en los talleres de Constelaciones, se trabajan temas relacionados con la salud, con alguna enfermedad o síntoma que está generando dolor, miedo o sufrimiento a la persona que viene a constelar. Hoy nos gustaría compartir nuestra visión sobre las Constelaciones Familiares y la enfermedad.
Muy frecuentemente hemos visto o leído afirmaciones categóricas relacionadas con la salud y las constelaciones familiares o el trauma transgeneracional. Afirmaciones que creemos que, a veces, llevan a conclusiones erróneas como, por ejemplo, que una constelación puede, como por arte de magia, sanar una enfermedad determinada. O que padecemos algún tipo de malestar o enfermedad porque no hemos “sanado” la relación con nuestra/o madre/padre o porque llevamos una carga de la familia o estamos teniendo algún tipo de lealtad con alguno de nuestros ancestros.
Es realmente estremecedor cuando, por ejemplo, alguien asegura categóricamente que el cáncer de mama tiene su origen en el rechazo hacia nuestra madre, o que alguien padece ELA porque hay secretos o cargas ocultas en su sistema familiar. Creo que, todo esto, hace un flaco favor a todos aquellos que utilizamos las constelaciones como herramientas, tanto para nuestro trabajo personal como para el ejercicio de la terapia o la facilitación.
Estas aseveraciones, además, pueden llevarnos a sentirnos totalmente víctimas de nuestra historia o de la historia de nuestros ancestros y nos llevan a depositar unas expectativas desproporcionadas, y en ocasiones erróneas, en las Constelaciones Familiares o en el facilitador o facilitadora a la que acudimos.
Realmente no sabemos, a ciencia cierta, si las constelaciones “curan” enfermedades y creemos que nadie debería asegurarte (y menos de forma categórica) que sí lo hace. Lo que sí hemos podido comprobar en alguna ocasión es que alguien que ha asistido a una constelación ha conseguido una mejoría en su enfermedad. Bajo nuestro punto de vista, cuando esto sucede (incluso cuando uno se cura totalmente), no es una cuestión relacionada con un evento puntual como puede ser una constelación, sino que generalmente tiene más que ver con proceso interno de integración que se ha llevado a cabo en el cual la constelación es un elemento más igual que lo puede ser la terapia, el trabajo personal, los cuidados de nuestro cuerpo físico. Pero, en ningún caso y bajo ningún concepto, una constelación sustituye un tratamiento médico.
Las Constelaciones son una herramienta que nos sirve para traer al consciente lo que está en el inconsciente y que nos ayuda a desvelar dinámicas familiares, relacionales o a nivel intrapsíquico, que pueden estar detrás del origen de un tema, entre los que podemos incluir la enfermedad.
En muchísimas ocasiones las constelaciones nos hablan de trauma transgeneracional, de dinámicas familiares disfuncionales que pueden generarnos, a su vez, trauma y un estrés crónico en nosotros; así como de mecanismos epigenéticos de transmisión del trauma que pueden afectar tanto a las células germinales a partir de las cuales fuimos concebidos, como en nuestras experiencias en el útero materno.
Estos mecanismos epigenéticos del trauma, así como los episodios continuados y mantenidos de estrés, pueden generar alteraciones en el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal. Este eje regula nuestra respuesta al estrés y, en ocasiones, esto puede acabar traduciéndose en el padecimiento de un estrés crónico.
Ese estrés crónico eleva nuestros niveles de cortisol y catecolaminas (adrenalina, noradrenalina) lo que, a su vez, puede contribuir a debilitar el sistema inmune, promover la inflamación crónica que está detrás de muchas enfermedades y alterar procesos de reparación celular que puede contribuir al daño celular o a mutaciones que con el tiempo deriven en células malignas, entre otras enfermedades, incluidas las autoinmunes. Esto no quiere decir que todo caso de estrés acabe terminando en una enfermedad, pero sí que es un factor importante en personas predispuestas a ello.
La Constelación nos habla, en la mayoría de los casos, de dinámicas familiares disfuncionales que pueden estar detrás de esos niveles mantenidos de estrés que pueden haber contribuido a la enfermedad, o nos habla de cómo estamos nosotros con esa enfermedad, de cómo es nuestra relación con ella.
A veces la enfermedad es un vehículo que nos ayuda a tomar conciencia sobre algo y cuando eso sucede puede contribuir a nuestra mejoría o sanación, pero, en la mayoría de los casos no solo se trata de un “darse cuenta” sino que a veces también hace falta integrar a través de un proceso.
No creemos realmente que las constelaciones curen, pero sí que ayudan a a desvelar dinámicas inconscientes que pueden estar detrás de esa enfermedad, o que están desarrollándose alrededor de ella, para así, abrir la puerta a un proceso que puede contribuir a la sanación. Y ojo que hablamos de “sanación” y no de “curación”. Porque, a veces, aunque ese proceso contribuye a sanar, a encontrar la paz interior y la aceptación, no siempre consigue la curación de nuestro cuerpo físico. Unas veces sí, otras veces no.
Tomar conciencia de ello, abre la puerta a que trabajemos para integrar aquellas experiencias traumáticas que hacen que nuestro cuerpo y nuestro sistema nervioso siga en alerta constante y mantenga esos elevados niveles de cortisol. Trabajar en ello no solo va a contribuir a nuestra sanación emocional, sino que también puede afectar a nuestro cuerpo físico y permitir que nuestro sistema nervioso alcance la regulación.
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