La rabia como emoción protectora
La rabia siempre ha tenido muy mala prensa, y a día de hoy la sigue teniendo. Es una emoción absolutamente denostada en todas sus adjetivos, versiones y sucedáneos: enfado, ira, rabia, cólera, enojo.
La wikipedia incluso la asocia con el resentimiento, que fíjate que yo incluso lo encuentro injusto porque no creo que siempre haya resentimiento, aunque sí dolor.
La rabia no es ni buena ni mala; simplemente es una emoción humana igual que lo puede ser cualquier otra.
Dentro de las emociones, hay unas que promueven el sentirse bien, como puede ser la alegría, la gratitud, la sorpresa, el optimismo... y hay otras cuya utilidad es la de poner sobre la mesa algo que no nos agrada, nos resulta peligroso o no nos resulta fácil como pueden ser el miedo, el asco, la ira.
Las primeras nos proporcionan bienestar y las segundas señalan situaciones y circunstancias sobre las que es bueno que nos detengamos y trabajemos para estar mejor e impulsar nuestro desarrollo como personas.
Si no tuviéramos este segundo tipo de emociones, no sabríamos detectar entre otras cosas, el peligro, las injusticias, las faltas de respeto, u otro tipo de situaciones amenazantes que pueden luego pasarnos factura, hacernos sentir mal y afectarnos en nuestra autoestima.
La rabia, como todas las emociones, es una emoción inherente al ser humano y surge cuando algo es percibido como injusto, amenazante o incluso contrario a nuestras necesidades o valores. . Todos experimentamos rabia, aunque en ocasiones desarrollamos mecanismos para inhibirla,
Ya de bebés experimentamos esa rabia cuando tenemos hambre, frío o algún dolor y mamá o nuestro cuidador no es capaz de atender nuestras necesidades. Es posible que no haya sintonizado con nosotros y no consiga entendernos, o simplemente que no esté disponible y es en esas situaciones tan tempranas en nuestra vida cuando aparece la frustración y la forma de expresarla es a través de la rabia en forma de llanto. Tiene, por tanto, una cierta función protectora: la de llamar la atención sobre esa necesidad física o emocional no satisfecha.
Esta emoción moviliza mucha energía, nos ayuda a defendernos y a pasar a la acción. El carácter explosivo y protector de la rabia, habitualmente esconde debajo un dolor, en ocasiones muy antiguo, por esa necesidad no satisfecha.
Como decía antes, es una emoción con "mala prensa". Socialmente, no está del todo bien percibido expresar nuestra rabia. Cuando alguien expresa su rabia o su enfado, suele haber una tendencia a etiquetarlo como malhumorado o como alguien con poco control de si mismo. Reprimimos las "pataletas" de adultos porque también de pequeños se nos ha enseñado, de alguna manera, a reprimirlas y ese estigma social y esa represión que se le ha colocado a la rabia contribuye a que, en ocasiones nos cueste digerir y procesar esa rabia.
Puede que tengamos miedo de experimentar rabia no sólo por ese "Qué dirán" sino porque también es una energía y una emoción tan poderosa que, a veces, tenemos la impresión de que no vamos a poder controlarla. O puede que hayamos decidido inconscientemente no sentirla, o sustituir esa rabia por otra emoción como la tristeza que es mucho más "tolerable" socialmente.
A veces también, adoptamos la estrategia e culpara al otro de lo que nos sucede o incluso en ocasiones nos la tragamos y proyectamos hacia adentro provocándonos contracturas musculares, tensión, dolor de estómago, cefaleas o vete a saber qué otro tipo de dolores físicos fruto del tremendo esfuerzo que tenemos que hacer por contener una energía tan poderosa en nuestro interior.
En ocasiones puede ocurrir que, incluso, ante un estímulo mínimo de repente respondemos con una respuesta de rabia desproporcionada. Esto sucede no sólo por esa rabia que no hemos podido metabolizar de una manera saludable, sino porque quizás ese detonante que nos ha hecho reaccionar con rabia nos conecte inconscientemente con un tema nuclear y antiguo no resuelto sobre el que debamos poner atención. Un tema con el que podemos crecer y dar un paso más allá para aprovechar todo el potencial y la energía de una rabia bien canalizada. Recuerda que la rabia suele ejercer un cierto rol protector de un dolor antiguo.
Esa rabia bien canalizada aumentará nuestra autoestima, nos ayudará a poner límites, a reclamar nuestro lugar, a impulsarnos hacia un objetivo e incluso y a defendernos de posibles agresiones. Quizás sea el momento de empezar a prestar atención a la rabia y a darle su lugar.
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