La manifestación del trauma en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en las relaciones
El trauma es una respuesta emocional y fisiológica a un evento, tan perturbador que nuestros mecanismos de afrontamiento se ven superados. Cuando hablamos de trauma, a menudo nos centramos en las cicatrices emocionales y psicológicas que deja, pero es crucial reconocer que su impacto va mucho más allá, afectando también profundamente nuestro bienestar físico y a nuestras relaciones. El trauma no es solo un evento del pasado; es una experiencia que continúa resonando en nuestro cuerpo y mente, a menudo de maneras que no esperamos o entendemos completamente.
Las huellas que deja ese evento en nuestro cuerpo y en nuestra mente perdurarán en el tiempo. Pero esto no quiere decir que uno no se pueda recuperar de ello.
La huella del trauma en nuestro cuerpo
El trauma también deja su marca en el cuerpo. La respuesta de "lucha o huida" que se activa durante un evento traumático puede quedarse "atascada", llevando a un estado crónico de estrés. Esto puede manifestarse de varias maneras, incluyendo dolores de cabeza crónicos, fatiga, problemas gastrointestinales y alteraciones en el sueño.
Hay una conexión profunda entre el trauma y condiciones como el síndrome del intestino irritable o la fibromialgia. Estas no son simplemente condiciones físicas; son manifestaciones somáticas del trauma. Es como si el cuerpo recordara y reaccionara al trauma, incluso cuando nuestra mente consciente intenta olvidar o minimizar lo sucedido.
El trauma puede manifestarse en el cuerpo de muchas maneras, y es importante señalar que la respuesta de cada persona al trauma puede variar ampliamente. He aquí algunas de las formas en las que el trauma puede manifestarse en nuestro cuerpo:
- Respuestas físicas inmediatas como el aumento de la frecuencia cardíaca, respiración acelerada, sudoración excesiva, temblores o escalofríos, fatiga o agotamiento, dolores de cabeza.
- Cambios en los patrones de sueño como pueden ser el insomnio o la dificultad para quedarse dormido, pesadillas o terrores nocturnos, dormir en exceso.
- Síntomas gastrointestinales: náuseas o vómitos, diarrea o estreñimiento, dolores abdominales.
- Síntomas musculares como tensión muscular, contracturas y dolores en el cuerpo, agitación o incapacidad para relajarse.
- Alteraciones en el apetito como la pérdida de apetito, trastornos de la conducta alimentaria como anorexia, bulimia o comer en exceso o compulsivamente.
- Respuestas sexuales como la disminución del deseo sexual, avidez sexual, comportamientos sexuales de riesgo y dificultades o bloqueos sexuales.
- Hipervigilancia y/o propensión a sobresaltarse fácilmente ante ruidos o movimientos inesperados.
- Disociación: sensación de estar desconectado del cuerpo e incluso de la realidad.
- Problemas de salud a largo plazo como vulnerabilidad a infecciones, enfermedades autoinmunes.
La huella del trauma en nuestra mente
Desde una perspectiva psicológica, el trauma puede ser devastador. Puede alterar nuestra percepción del mundo, haciéndonos sentir inseguros en lugares y situaciones que antes considerábamos seguros. Este cambio en la percepción a menudo va acompañado de ansiedad, depresión y, en algunos casos, trastorno de estrés postraumático (TEPT).
El TEPT, por ejemplo, no es simplemente recordar un evento traumático; es revivirlo. Las personas con TEPT pueden experimentar flashbacks intensos, pesadillas y reacciones exageradas a los estímulos que les recuerdan el trauma. Imagine estar constantemente en un estado de alerta alta, donde cualquier sonido, olor, o incluso una fecha en el calendario, puede transportarlo de vuelta al momento del trauma. Es un estado de hiper-vigilancia que agota mental y emocionalmente.
Estas son algunas de las huellas que el trauma puede dejar en nuestra mente:
- Si hemos experimentado un trauma, podemos revivir el evento traumático a través de recuerdos intrusivos, flashbacks, pesadillas o pensamientos invasivos sobre los que aparentemente no tenemos ningún control y que se presentan sin previo aviso.
- La evitación de lugares, personas o situaciones que les recuerden el evento traumático. También suele ser común evitar hablar o pensar en el trauma.
- El trauma puede alterar las creencias fundamentales de la persona sobre sí misma, sobre los demás y sobre el mundo en general. Por ejemplo, alguien podríamos comenzar a creer que el mundo es inherentemente peligroso o que no es digno de confianza.
- Respuestas emocionales intensificadas: Las personas que han experimentado un trauma pueden tener reacciones emocionales más intensas o volátiles, ya sea que esas emociones estén directamente relacionadas con el trauma o no.
- Hipersensibilidad a estímulos: Mencionado también como el síntoma corporal de hipervigilancia. Las personas traumatizadas pueden estar constantemente en guardia o sobresaltarse fácilmente.
- El trauma puede afectar la capacidad de concentración y puede llevar a problemas de memoria, especialmente en relación con el evento traumático.
- Algunas personas pueden sentir que están desconectadas de sí mismas (despersonalización) o de su entorno (desrealización) después de un trauma.
- Desarrollo o exacerbación de trastornos mentales: El trauma puede ser un factor desencadenante para trastornos como el trastorno de estrés postraumático (TEPT), trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, trastornos de la alimentación, entre otros.
- Cambios en la estructura y función cerebral: Las investigaciones han demostrado que el trauma puede llevar a cambios en áreas del cerebro relacionadas con la memoria, la regulación emocional y la percepción del peligro.
El Trauma y las Relaciones: La Conexión Social
Otro aspecto a considerar es cómo el trauma afecta nuestras relaciones. Las personas que han experimentado traumas a menudo luchan con la confianza, la intimidad y la comunicación. Pueden tener dificultades para conectarse con los demás o sentir que nadie puede entender lo que han pasado. Esto puede llevar al aislamiento y a la soledad, exacerbando los problemas de salud mental.
Aunque el trauma puede tener efectos duraderos, la recuperación es posible con el apoyo y la relación adecuada. Muchas personas, con el apoyo adecuado y la intervención profesional, pueden aprender a manejar y superar las huellas que el trauma deja en la mente.
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