El principio de equilibrio en la Relación de Pareja

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El principio de equilibrio en la Relación de Pareja

Este principio, como el resto de los principios sistémicos, es extrapolable a cualquier tipo de relación: pareja, amigos, empresa,…  a excepción de un importante matiz en el caso de las relaciones padres-hijos. Los hijos, por mucho que intenten devolver a los padres, siempre van a estar en deuda. Nuestros padres nos dieron esta gran oportunidad evolutiva que es la vida y es algo que nunca vamos a poder devolver.

Para que una relación funcione tiene que haber un equilibrio entre el dar y el recibir, pero no hablamos de un equilibrio estático sino de un equilibrio dinámico.  Cada vez que uno entrega o da algo se genera una deuda y una necesidad de devolver por parte del que recibe.  Ese dinamismo es  una auténtica nutrición para la relación.

En el ámbito de la pareja (y creo que así debería ser en todas las relaciones), el relacionarnos tiene un claro objetivo; que el Amor crezca. Que cada uno de los miembros se entregue al Amor que supone el intercambio.

Bert Hellinger, el precursor de las Constelaciones Familiares, decía que si en una pareja queremos que el Amor crezca devuelve de lo bueno un poquito más. Aquí vemos el dinamismo del que hablábamos antes; al dar y recibir del otro un poquito más volvemos a tener necesidad de dar…. y así sucesivamente.

Si al devolver no lo hago con una intención amorosa, sino de saldar la “deuda”…. sí, claro que hemos devuelto pero se ha generado un equilibrio estéril, la energía se ha estancado. El “saldar” es algo que sucede por incomodidad, por compromiso…. y esto, unas veces tiene que ver con nosotros mismos y otras veces tiene que ver con el otro.

Cuando damos para recibir

No siempre estamos en disposición de dar de una manera altruista. Muchas veces ese dar surge, en realidad, de una reclamación, de una necesidad de sentirse visto… quizás de un no atreverse a pedir algo que nos gustaría recibir.  Cuando eso sucede no damos por Amor sino porque necesitamos o queremos recibir algo a cambio que no siempre nos resulta fácil pedir. Tal vez necesitamos sentirnos amados y damos para que nos devuelvan un par de palabras bonitas o un “te quiero”, para que nos digan gracias, para que nos tengan en consideración, para sentir que le importamos a alguien. Esta actitud es lo que se denomina una “agenda escondida“; una actitud, la mayoría de las veces inconsciente, que no deja de ser un intento de manipulación.

Cuando el que da tiene esa “agenda escondida”, el que recibe, lo nota…. vaya que si lo nota. En este caso el Amor no crece sino todo lo contrario, se produce una distancia entre el uno y el otro.  El que recibe se siente, de alguna manera, manipulado y el que da (el manipulador) se dice cosas como “con lo que que yo he hecho por ti, con lo que te he dado, con lo que te he cuidado, etc.”

Cuando damos para recibir hay una necesidad que no nos atrevemos a expresar

 

Cuando damos para recibir en realidad lo que sucede es que hay una necesidad no expresada. Expresar esa necesidad y esa demanda puede hacernos sentir vulnerables, nos produce un profundo miedo al rechazo (a ser excluido). Hay una falta de autenticidad y una  profunda falta de comunicación, entendiendo por comunicación no el hecho de hablar, sino el hecho de abrirse y expresar lo que nos sucede por dentro.

Cuando el recibir nos resulta incómodo

Otra de las cuestiones que es posible que sucedan en este intercambio dinámico entre el dar y el recibir del que venimos hablando , es que el recibir nos resulte incómodo.

Esta incomodidad es normal, puesto que se genera una deuda, pero también nos lleva a otro asunto con mucha miga: cuando recibir genera en nosotros una sensación de vulnerabilidad, de sentirnos menos, más pequeños que el otro. Esta sensación no siempre tiene que ver con el otro sino con lo que sucede dentro de nosotros a nivel intra-personal, con nuestra propia autoestima, con el sentirnos merecedores del Amor y de todo lo bueno; e incluso es posible que  también tenga que ver con lealtades a nuestro propio sistema familiar de origen e incluso con identificaciones sistémicas.

¿Y qué pasa con las necesidades?

Pero ademas, para que funcione bien este equilibrio dinámico entre el dar y el recibir hay algo que no podemos pasar por alto: Nuestras propias necesidades.

Si nuestras necesidades como pareja no están cubiertas, no es fácil el equilibrio

Esta cuestión no es un tema menor, porque requiere un gran trabajo a nivel personal y a nivel de pareja. El primer paso es indagar, conocer y descubrir cuales son nuestras propias necesidades, y el segundo es tener la valentía de comunicarlo al otro.

Cuando lo que recibimos del otro no es “positivo”

Pero una relación, como la vida misma, está hecha de luces y sombras… y es en la sombra donde se crece. ¿Qué pasa cuando en una relación de repente recibimos algo “Malo”?,  se crea también un desequilibrio a nivel sistémico, y este desequilibrio necesita ser compensado o saldado.

No se trata de un ojo por ojo y un diente por diente; en nuestra propia tradición y cultura es muy habitual pasarlo por alto y “poner la otra mejilla”. Tampoco se trata de un castigo sino de un ejercicio de madurez, sobre todo por parte del que ha sido herido:

  1. Reconocer que hemos sido heridos es un ejercicio de valentía para el que sufre el daño. Decir un “uff esto que has hecho me ha dolido” te muestra tal como eres y a su vez te hace fuerte porque no excluyes esa parte de ti que se ha sentido dolida, no te traicionas. Reconocer nuestro dolor, si es auténtico y verdadero, no va a hacer sentir al otro más culpable de lo que se siente, sino que va a favorecer el acercamiento.
  2. Reclamar una compensación es una reclamación del espacio que merecemos en la pareja, y a su vez da al otro la oportunidad de “calmar su culpabilidad”  y su deuda.

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