El desarrollo psicobiológico y emocional del adolescente
La adolescencia es un periodo de la vida fascinante a la par que complejo desde múltiples prismas, especialmente desde el punto de vista psicobiológico, la neurobiología y las emociones. Durante esta etapa experimentamos una serie de cambios significativos que afectan a nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro comportamiento.
El cerebro del adolescente entra en una fase de intensa actividad, desarrollo y maduración cerebral. Durante esta época se produce lo que se denomina la poda sináptica, una reducción selectiva de las conexiones neuronales menos utilizadas. Algo parecido a la limpieza que hacemos cuando realizamos el cambio de armario o una mudanza. La adolescencia supone también un aumento de la mielinización, especialmente en la zona de la corteza prefrontal. La mielina es una sustancia que envuelve las neuronas y que sirve para ayudar a acelerar la transmisión de información entre ellas. Esto mejora la eficiencia del procesamiento en el cerebro, el pensamiento racional y la toma de decisiones. Podríamos decir que con la poda sináptica y el aumento de la mielinización, durante esta etapa, se produce un “recableado” del cerebro del adolescente.
La regulación emocional y la impulsividad del adolecente
En esta edad se producen, además, cambios en los patrones de activación cerebral: se ha observado que la amígdala, estructura clave para el procesamiento de las emociones, tiene una actividad más prominente comparada con la amígdala de personas adultas. Esto explica por qué los adolescentes pueden responder a las situaciones con mayor impulsividad, carga emocional y, a veces, con menos control racional que los adultos.
La corteza prefrontal, que es la zona responsable del pensamiento racional y la toma de decisiones, no siempre es capaz de regular efectivamente las respuestas emocionales durante la primera etapa de la adolescencia. Esta área del cerebro ayuda en funciones como la planificación, la toma de decisiones y la inhibición de impulsos. Su maduración tardía explica comportamientos típicos adolescentes como la búsqueda del riesgo o las dificultades con la auto-regulación emocional. El cerebro del adolescente está, literalmente, en construcción y no siempre puede procesar las consecuencias de sus acciones a largo plazo ya que, la corteza prefrontal, es una de las áreas del cerebro que más tarda en madurar. El proceso de maduración se extiende hasta los 25 y 30 años aproximadamente.
El cerebro del adolescente, además, es especialmente sensible a la dopamina, conocida como la hormona del placer. Esta hipersensibilidad explica por qué actividades que antes proporcionaban al niño una recompensa moderada, ahora en el adolescente provocan una oleada de placer mucho más intensa, además de el porqué de esa constante búsqueda de estímulos; pero también explica la razón de ciertas reacciones extremas ante el error o el fracaso.
La hipersensibilidad a la exclusión y el ánimo cambiante
En esta etapa de la vida, también existe una hipersensibilidad a la oxitocina, llamada la hormona del amor o de la vinculación. La oxitocina juega un papel fundamental en la regulación de comportamientos sociales, emocionales y en la vinculación entre las personas. Ese es el motivo por el que para el adolescente es tan importante la pertenencia al grupo, los amigos. Por otra parte, esa hipersensibilidad hace que ante situaciones que el adolescente vive como de exclusión, experimente elevados niveles de estrés y una respuesta similar a la de peligro o amenaza física.
La serotonina, conocida como la hormona de la felicidad, también puede aparecer desregulada en el adolescente. Este neurotransmisor puede influir en la regulación del estado de ánimo, de los ciclos de sueño, del apetito y la conducta sexual, entre otras cosas. Niveles bajos de serotonina en la adolescencia pueden estar detrás de depresiones, sensación de soledad o trastornos de conducta alimentaria entre otras cosas.
La adolescencia es una etapa única y una verdadera oportunidad para el aprendizaje y la maduración de la persona. Es una etapa en la que nuestro cerebro está todavía en construcción y conocer su funcionamiento nos va a permitir acompañarlos mejor en su crecimiento y desarrollo y, sobre todo, no estigmatizarles por cuestiones que son propias del desarrollo fisiológico y neurológico de su cuerpo y cerebro.
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