Cómo afecta el perfeccionismo a las relaciones personales
Cuando vivimos con un patrón de perfeccionismo, es frecuente que acabemos imponiendo expectativas poco realistas y rígidas tanto sobre nosotros como sobre otras personas, afectándonos negativamente en las relaciones personales y en la relación con nosotros mismos.
Perfeccionismo y miedo a la vulnerabilidad suelen ir de la mano. Cuando tenemos un patrón de perfeccionismo, surge en nosotros el miedo a mostrar nuestras imperfecciones, defectos e inseguridades por miedo a ser juzgado o rechazado por la otra persona. Evitamos mostrarnos vulnerables en la relación, impidiendo una verdadera intimidad emocional con la otra persona. En realidad, lo que está sucediendo es que, al evitar mostrar nuestra parte más vulnerable, no estamos siendo auténticos como personas, y por consiguiente no lo estamos siendo en la relación.
Para una persona perfeccionista, estar en relación se puede convertir en una potente fuente de estrés y agotamiento. Es frecuente que el perfeccionismo nos lleve a sentir que tenemos que ser “la pareja perfecta”, “el amigo perfecto”, “el jefe perfecto”, “el hijo perfecto”, etcétera; algo que, demanda de nosotros una constante autoexigencia para alcanzar esos estándares perfectos que, por cierto, son del todo inalcanzables. En lugar de disfrutar de las relaciones, las percibimos como una fuente de presión en las que sentimos que no estamos dando lo suficiente, lo que puede llevar a agotamiento emocional y, más tarde, al resentimiento.
El miedo a no ser perfecto puede llevarnos, también, a una cierta procastinación emocional. Por ejemplo, si no sabemos manejar perfectamente una conversación difícil es posible que la evitemos o postpongamos recurrentemente. O quizás tengamos miedo a comprometernos en una relación por miedo a no cumplir el estándar inalcanzable de “pareja perfecta”. Esta procrastinación emocional puede impedir que las relaciones crezcan y evolucionen de manera saludable.
Pero, además, el perfeccionismo no solo afecta a la imagen que tenemos de nosotros mismos, sino que también influye en cómo percibimos a los otros. Cuando tenemos un patrón de perfeccionismo, es frecuente que impongamos estándares poco realistas sobre las personas que nos rodean. A menudo esperamos que nuestra pareja, compañeros, amigos o familiares cumplan con ciertos estándares de comportamiento. Cuando esto no sucede, puede generarnos frustración y rabia, pudiendo caer en la crítica o en la decepción por las “imperfecciones” ajenas. Inevitablemente este perfeccionismo hacia los demás, genera una tensión constante en la relación.
Así mismo, como personas perfeccionistas, solemos estar tan centradas en cumplir con sus propios estándares o expectativas que puede que tengamos ciertas dificultades para mostrar empatía cuando los demás no son capaces de alcanzar las suyas. Esta falta de empatía puede hacernos parecer frías, críticos o poco comprensivas con el otro y esto es algo que acaba dañando la conexión emocional que tenemos con la otra persona.
Por ejemplo, si un amigo atraviesa un momento difícil, es posible que si somos perfeccionistas nos mostremos impacientes y críticos en lugar de ofrecerle apoyo emocional. Esto crea una barrera en la relación, ya que los demás pueden sentirse incomprendidos o no lo suficientemente buenos.
Nuestro perfeccionismo también puede manifestarse como una necesidad de controlar las dinámicas de la relación. Así como tenemos una idea clara, rígida y un estándar de cómo tenemos que ser nosotros y cómo tiene que ser la otra persona, también la tenemos acerca de cómo tiene que ser la relación. Esto puede llevar a que queramos tratar de controlar no solo nuestro propio comportamiento, sino también el de nuestra pareja, amigos o familiares. Este control puede crear una sensación de presión o asfixia en la relación, haciendo que la otra persona se sienta limitada en su libertad para ser ella misma.
El perfeccionismo y la crítica
Es frecuente que un patrón de perfeccionismo venga acompañado de una autocrítica feroz. Esto puede reflejarse, también, en cómo evaluamos a los demás y a menudo, las expectativas y la crítica que aplicamos a nosotros mismos se proyectan hacia las personas más cercanas. La crítica constante no solo daña la autoestima del otro, sino que también puede generar resentimiento y distanciamiento.
En esa búsqueda constante de la perfección, las personas perfeccionistas, además, pueden tener dificultades para reconocer los logros o esfuerzos de los demás. En lugar de ver los aspectos positivos de una relación o del comportamiento de la otra persona, tienden a enfocarse en lo que falta o lo que se podría mejorar. Cuando esto sucede de manera recurrente, es muy frecuente que la persona que está en relación se sienta infravalorado de incluso desmotivado, deteriorando la calidad de la relación y generándole fuertes sentimientos de desesperanza o frustración.
Superar el perfeccionismo en las relaciones requiere, en primer lugar, ser consciente de que ese patrón está presente en nuestras vidas, y en segundo lugar un trabajo interno que, en muchas ocasiones requiere de apoyo externo a través de la terapia o el coaching. Es frecuente que detrás de estos patrones que ahora vivimos como disfuncionales, haya una cierta estrategia protectora de la infancia.
Entender que los errores son naturales y una oportunidad para crecer es una parte fundamental del proceso en el que además aprendemos a mostrarnos vulnerables, ser más amables con nosotros mismos y a practicar la empatía y gratitud.
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