Rechazar a un padre o a una madre
En nuestra más tierna infancia vivimos en la fantasía de que nuestros padres son perfectos, pero a medida que crecemos y nos convertimos en adolescentes nos adentramos en el estado de conciencia del joven y empezamos a darnos cuenta de que nuestros padres son absolutamente humanos. Surge el conflicto fantasía vs realidad.
Abrazar a nuestro yo adulto es abrazar la realidad y abrazar a nuestros padres en su realidad. Sin intentar cambiarlos, sin creer que sabemos lo que les conviene, lo que necesitan; permitiéndoles ser tal como son y entendiendo que así como el reto de los padres hacia los hijos es "dejarlos ser", nuestro retos como adultos es doble: "dejarlos ser" y "dejarlos ir". Esto último, no sólo en el plano físico sino también en el emocional en lo que a seguir reclamando que cubran nuestras necesidades como hijos se refiere.
A veces tenemos la idea infantil de rechazar a nuestros padres. De decir, ¡ojalá mi padre o mi madre hubiera sido otro!. Esta idea es simplemente estéril. Si nuestro padre o madre hubiera sido otro, simplemente no habríamos existido. Rechazar a un padre, una madre o a ambos, de alguna manera es también rechazarnos a nosotros mismos.
El yo adulto dice sí a lo que fue y dice sí a lo que es. Dejamos de reclamar al pasado y dejamos de fantasear con la idea de que las cosas hubieran sido mejor de otra manera. Con ello asentimos con lo que somos.
Del curso "Creciendo en las relaciones Padres/Hijos".
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