La búsqueda de la madurez y la trascendencia
El otro día trabajaba con una tabla de indagación sobre nuestras propias necesidades y que solemos utilizar en algunos de nuestros cursos y talleres. Esta tabla, basada en la pirámide de Maslow, no deja de ser otra cosa que un reflejo de la búsqueda intrínseca del ser humano de trascender y encontrar un significado y un propósito en la vida. Un camino hacia la madurez.
Este modelo de Maslow nos habla, también, de nuestras heridas. A menudo, nos obsesionamos con las necesidades tangibles y externas, como la seguridad y la estima, olvidando que son solo manifestaciones de nuestra necesidad interna y eterna de conexión, significado y transcendencia. Es un recordatorio de que, aunque estamos anclados en el mundo físico con sus demandas y desafíos, también llevamos en nuestro interior un mundo espiritual e intangible que anhela ser reconocido y nutrido.
Las necesidades más básicas, como el alimento y el refugio, nos vinculan con la tierra y con nuestro pasado evolutivo. Son recordatorios de nuestra fragilidad y dependencia del mundo que nos rodea. Sin embargo, a medida que ascendemos en la jerarquía de necesidades, comenzamos a tocar aspectos de nuestra existencia que nos conectan con algo más grande que nosotros mismos, con el misterio de la vida y con la eternidad.
Esta búsqueda de la madurez y la propia satisfacción de necesidades, en realidad, no es simplemente un proceso de mejora personal. Es una danza entre lo mundano y lo divino, entre lo tangible y lo intangible. Es una invitación a mirar más allá de nuestras circunstancias inmediatas y a sintonizarnos con la llamada silenciosa de nuestra alma, de esa parte divina que nos impulsa a explorar y a entregarnos a la llamada de la vida.
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