No quiero cuidar de mi madre o padre

terapia familiar
No quiero cuidar de mi madre o padre

Ante la perspectiva de la vejez, invalidez o una enfermedad de uno o de los progenitores, algunas veces, como hijos nos sentimos reacios a cuidar a nuestros padres; o puede que experimentemos que cuidarlos se vuelve en una obligación poco saludable para nosotros que nos va a “pasar factura”. Cuando esto sucede, puede ser debido a diversas razones:

Por un lado, si una persona ha tenido una historia de relaciones difíciles y/o conflictivas con un padre o una madre es posible que se sienta incómoda o incluso viva como peligroso asumir el papel de cuidador. Imagínate, por ejemplo, un caso de abuso, negligencia o conflicto grave, abandono, etcétera.

A veces, aunque nuestra historia no haya implicado, aparentemente, un grado de sufrimiento tan palpable como los ejemplos anteriormente mencionados, experimentamos ciertos sentimientos de resentimiento, culpa o conflictos no resueltos hacia nuestro progenitor o progenitores. Esto influye en la decisión de no querer cuidarlo o dificulta aproximarnos a ellos desde un espacio de cuidador amoroso. Mientras haya resentimientos o conflictos pendientes, es muy posible que incluso sintamos que no podemos hacernos cargo de ello.

Cuidar a un padre o una madre puede, además, ser algo emocional, psicológica y físicamente exigente que tiene un impacto significativo en nuestra vida personal, profesional y social. Es posible que sintamos que no tenemos los recursos, el apoyo o las habilidades necesarias para brindar los cuidados requeridos, o que experimentemos que interfiere de una manera drástica en nuestra vida y que no estemos en disposición de asumir el papel de cuidador.

Algunas personas pueden tener una comprensión empática de las razones que hay detrás de la decisión de no querer cuidar a un padre o una madre, sin embargo, hay otras que pueden juzgar este tipo de decisiones como de egoísta o insensible ya que en muchas culturas se espera que los hijos cuiden de sus padres mayores como parte de su deber filial. Existe un cierto componente cultural en forma de presión social y familiar. En muchas culturas existe una fuerte creencia de que los hijos deben cuidar a los padres en su vejez y esto está profundamente arraigado en las creencias y en los valores familiares.

Desde mi punto de vista personal, todos estos sentimientos son perfectamente legítimos y válidos de sentir. Tenemos derecho a sentir todo aquello que sentimos. La validación emocional es un aspecto fundamental de nuestro bienestar psicológico y es una característica de las relaciones saludables.

Desde el punto de vista terapéutico, trabajar con una persona que expresa no querer cuidar a su madre o a su padre requiere un enfoque delicado y comprensivo en el que es fundamental validar sus sentimientos y crear un espacio seguro donde pueda expresar sus emociones sin temor a ser juzgado. En casos como estos es habitual que la persona sienta frustración, culpa, resentimiento o deslealtad hacia el sistema.

Es importante, también, ayudarle a explorar las razones detrás de sus sentimientos de no querer cuidar a su madre o su padre. Es posible que haya experiencias o dinámicas familiares que contribuyan a esos sentimientos, o que existan traumas no integrados y procesados que muchas veces, por ejemplo, nos mantienen alertas en la relación con nuestro progenitor y activan tantísimo nuestro sistema nervioso que nos resulta especialmente difícil poder sostenerlo.

Explorar los valores, creencias y necesidades con relación al cuidado de la madre o el padre también es importante. así como discutir alternativas al cuidado directo que puedan satisfacer necesidades mutua. Muchas veces se trata, de una cuestión de expectativas familiares y sociales sobre el cuidado.

Y más allá de eso, y por encima de eso, creo que es sumamente importante respetar la decisión del cliente sin cuestionarla ya que, en algunas ocasiones he podido comprobar que es una cuestión de protección y autocuidado personal sumamente importante para él o ella.

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