La Vida tiene sus propios planes
Febrero… cómo fue el mes de febrero…. Tan cerca en el calendario y tan lejos de lo que es el ahora. Este mes de febrero fue extrañamente atípico para mí. Encadenamos viaje tras viaje… Intercambiamos la longitud de la semana por el disfrute propio de los sábados y los domingos. Martes y miércoles trabajábamos…. de jueves a lunes viajábamos. Era casi como si, sin apenas pensarlo, la vida lo hubiera planeado todo para compensarnos con kilómetros y más kilómetros, paisajes y más paisajes en el preludio de esa cuarentena que nos cambió la vida a todos.
Dentro de mi profundo desconocimiento, creo que el ser humano es el único animal que hace planes en la vida. Planeamos mucho… y nos encanta: dónde nos iremos de vacaciones, que seremos cuando seamos mayores, qué haremos cuando nos toque la lotería. Nos marcamos horizontes de futuro y hacemos planes para que luego llegue este hostiazo del Coronavirus y te des cuenta de que la Vida tenía sus propio planes.
Y qué decir de las empresas y de los millones de euros que se gastan año tras año en consultores y estrategas para que les elaboren sus complejos planes de futuro con obscenas previsiones de crecimiento y facturación de dos dígitos. ¿Qué estarán pensando ahora? ¿Cuál será la brújula de todas ellas y de estos profesionales que ya no tienen una dirección clara hacia donde ir; ahora que esos objetivos de facturación, expansión, mercados, tener, ganar y acumular se han vuelto inalcanzables por obra y gracia de lo microscópico?.
Como persona, todo esto que está pasando me hace pensar y reflexionar acerca de la absoluta impermanencia de las cosas. Lo había leído, me sé la teoría, pero no lo había experimentado hasta ahora de una manera tan contundente y en mis propias carnes.
Muchos místicos (a parte del muy admirado Bruce Lee) aseguran que hay que fluir, hay que estar abierto a la vida. Algo que indudablemente implica abrazar y entregarse a la incertidumbre. Esa forma de ver la vida es algo que tengo muy presente y que sobre todo intento poner en práctica en mi día a día que casi se rige más por una constante adaptación al futuro emergente que por tener un plan pre-establecido.
Sin embargo, como coach no puedo evitar pensar en el proceso de coaching y en lo apasionante que es tener un objetivo y una proyección a futuro. Ese maravilloso juego que se establece entre el Presente de la sesión, el plan de acción del Presente Continuo y el horizonte a Futuro (un futuro que no existe ni sabemos si existirá) del objetivo marcado.
Y a pesar de que estos dos mundos, en ocasiones, se me antojan antagónicos pienso que quizás la cosa no vaya de elegir entre A o B … entre los planes de futuro o el “Be Water my Friend“. Sino que más bien sea una cuestión de sumar, de un A+B y quién sabe si también un C. De algo que tiene que ver con la Misión de cada uno y con un proceso íntimo e intrínsecamente asociado al hecho de estar vivos y que es el mero acto de Crecer. Un Crecer ontológico, más allá de lo biológico. Un Crecer relacionado con esa Persona en la que te transformaras a medida que te vas convirtiendo en Agua (my friend), como esa “mejor versión de uno mismo”.
Y esto a mí, a pesar de que la Vida tenga sus propios planes, me reconcilia con mis deseos, con mis sueños, con mis no planes o con mis planes; y sobre todo con el ejercicio de la profesión como Coach: Acompañar en los procesos de cambio y transformación a través del camino del agua.
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