La queja: ¿Qué hay detrás de este fenómeno y cómo nos impacta?

 

La queja es una manifestación compleja de nuestras experiencias internas y externas. A menudo surge como una respuesta a la frustración, la insatisfacción o el sentimiento de impotencia ante situaciones que percibimos como injustas o fuera de nuestro control y puede ser una forma de expresar dolor, incomodidad o sufrimiento. También puede ser una forma de buscar empatía, apoyo, un intento de encontrar soluciones a nuestros problemas e incluso un rechazo a la realidad y a aceptar las circunstancias tal y como son. Si bien expresar nuestro malestar es algo natural y saludable, hacerlo de manera constante puede tener implicaciones más profundas en nuestra vida.

 

El impacto de la queja en nuestro bienestar

Vivir instalado en la queja va mucho más allá de la reacción emocional. Frecuentemente indica un patrón profundamente arraigado que refleja una desconexión de nuestro ser esencial y que promueve que nos identifiquemos continuamente con nuestros problemas, reforzando un estado de victimización y separación del todo. La queja nos impide asumir la responsabilidad de nuestra vida, ya que solemos depositar la culpa de nuestras dificultades en factores externos eximiéndonos de tomar acción para cambiar nuestra situación. Esta actitud nos mantiene en un estado de inercia y limita nuestras oportunidades de crecimiento y expansión personal.

Cuando nos quejamos, centramos nuestra atención en lo que no funciona o en lo que nos molesta y, cada vez que lo hacemos, estamos consolidando un ciclo de negatividad en el que nuestra mente se acostumbra a buscar lo negativo en cada situación en lugar de aceptar y transformar las dificultades. Así, propiciamos un estado de resistencia al cambio en el que, inconscientemente, validamos nuestra insatisfacción y reforzamos la creencia de que no tenemos el poder o la capacidad para cambiar nuestras circunstancias. La queja, en este sentido, puede actuar como un ancla que nos mantiene atados a un nivel de conciencia que limita nuestra capacidad para trascender y conectar con aspectos más elevados de nuestra existencia.

El ámbito de las relaciones interpersonales también puede verse profundamente afectado. Las relaciones humanas, en esencia, se basan en la reciprocidad, la empatía y el apoyo mutuo, y requieren un intercambio de energía positiva para florecer. Cuando uno de sus integrantes está constantemente enfocado en lo negativo, esta energía se agota rápidamente. Las personas cercanas a alguien que se queja frecuentemente pueden comenzar a sentirse abrumadas, agotadas emocionalmente y, en algunos casos, impotentes al no poder ofrecer una solución que alivie la fuente de las quejas. Con el tiempo, esta dinámica puede llevar a un deterioro de la relación, porque el constante enfoque en lo negativo puede ser difícil de manejar emocionalmente. La queja constante crea barreras emocionales que dificultan la verdadera intimidad y conexión y limita nuestra habilidad para nutrir y mantener conexiones profundas y significativas.

También tiene un impacto directo y significativo en nuestra salud física. Los pensamientos y emociones afectan directamente nuestro cuerpo. Cuando nos quejamos de forma recurrente, propiciamos un estado de estrés crónico que activa de manera persistente la respuesta de "lucha o huida" en nuestro sistema nervioso. El estrés crónico, puede comprometer la salud del sistema cardiovascular y/o inmunológico, causar impacto en la digestión o el sueño.

 

La queja como recurso útil y catalizador de nuestro crecimiento personal

Sin embargo, si aprendemos a manejarlas de manera consciente, podemos convertirlas en poderosas herramientas para nuestra transformación personal. Es un proceso que implica un cambio en la forma en que percibimos y respondemos a nuestras quejas para utilizarlas a nuestro favor como oportunidades de crecimiento.

El primer paso de este proceso es reconocerla y aceptarla. Puede sonar sencillo, pero es fundamental. Es frecuente rechazar nuestras quejas o sentirnos culpables por ellas, lo que perpetúa el ciclo de negatividad. En lugar de eso, podemos probar a sostener la incomodidad que la queja trae consigo y predisponernos a escucharlas, sin juzgarnos. Así nos abrimos a la posibilidad de explorar lo que realmente está sucediendo en nuestro interior y de tomarlas como una señal válida de que algo en nuestra vida no está alineado con nuestras expectativas o necesidades.

Una vez que le hemos dado pertenencia, podemos identificar la causa subyacente. Aquí, la autoindagación es clave. Preguntas como “¿Qué es lo que realmente me molesta de esta situación?” o “¿Qué necesidad mía no está siendo satisfecha?” nos permite descubrir las razones más profundas detrás de nuestro malestar. Esto no solo nos ayuda a comprender mejor nuestras emociones, sino que también nos proporciona claridad sobre lo que realmente necesitamos para sentirnos más equilibrados y satisfechos.

Con esta comprensión en nuestro mapa, es momento de reformular la queja. En lugar de quedarnos atrapados en lo negativo, podemos preguntarnos: ¿Qué puedo aprender de esta experiencia? ¿Cómo puedo utilizar esta situación para crecer? Reformular la queja en términos de aprendizaje nos permite cambiar nuestra perspectiva sobre la situación y transmuta la queja en un recurso valioso.

La verdadera transformación se da cuando tomamos acción proactiva. Este es el paso donde transformamos el aprendizaje en cambios tangibles en nuestra vida. Ya sea modificar un comportamiento, establecer nuevos límites en nuestras relaciones, buscar apoyo externo, etc. Tomar acción nos permite cambiar el enfoque de la queja a la solución, fortalece nuestra capacidad para enfrentar desafíos futuros de manera menos reactiva y más constructiva.

La queja es una invitación a mirar hacia dentro de nosotros y a tomar las riendas de nuestra vida. Podemos convertirlas en un portal hacia una mayor autocomprensión y autocompasión y un punto de partida para un cambio significativo que nos acerque a una vida más plena y alineada con nuestra esencia.

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