El orden de los hijos en el sistema familiar

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El orden de los hijos en el sistema familiar

Desde la mirada sistémica, el orden de los hijos en la familia es un factor significativo en la configuración de las dinámicas familiar. Cada hijo es único y, además, ocupa un lugar único en la familia y el lugar que ocupa juega un papel importante en su desarrollo individual y en las interacciones sociales y familiares. Es frecuente que los padres depositen en los hijos diferentes expectativas y roles en función de su posición en la línea de nacimiento.

El primogénito

Aunque cada familia y cada persona es única, los primogénitos, por ejemplo, suelen asumir responsabilidades desde una edad temprana y enfrentar altas expectativas por parte de sus padres. De ellos, con frecuencia, se espera que sean un ejemplo para sus hermanos mayores y además, en algunos casos, se les pide (directa o indirectamente) responsabilidades adicionales en la familia como puede ser contribuir al cuidado de sus hermanos. A veces puede darse el caso de que, influenciados por patrones familiares o traumas no integrados de nuestros padres o antecesores, asuman el rol de “cuidador” o “salvador” en la familia ejerciendo energéticamente de madre/padre de sus propios padres.

El hecho de ser los primeros en la línea de nacimiento también puede influir en la identidad y en la autoestima de los primogénitos. Pueden sentir la presión de ser perfectos o de cumplir las expectativas de sus padres, generándose sentimientos de ansiedad, perfeccionismo y autoexigencia además de dificultades para expresar sus emociones y auténticas necesidades.

Adicionalmente el/la primogénita, si tiene hermanos o hermanos puede sentirse como el príncipe destronado, experimentando las emociones de la pérdida, celos o resentimiento debido a la llegada de hermanos menores. A veces siente que ha perdido su estatus de hijo único y que ya no recibe la misma atención y privilegios que antes.

Los hijos intermedios

Los hijos intermedios, sin embargo, pueden sentir en ellos la necesidad de diferenciarse. Ser hijo intermedio implica, en muchas ocasiones, experimentar una sensación de competencia entre el primogénito y el hijo menor. Es posible, incluso, que se sientan ignorados u olvidados, esto los lleva a querer destacarse para recibir la atención dentro de la familia, algo que puede generar rivalidades y resentimiento con sus otros hermanos.

En ocasiones, estos hijos intermedios también pueden verse arrastrados a asumir un rol de mediadores en conflictos familiares.

Los hijos pequeños

Los pequeños pueden beneficiarse de la experiencia y la protección de sus hermanos mayores. Ellos ya han abierto paso en muchas cuestiones, pero al mismo tiempo pueden sentir la presión de seguir los pasos de sus hermanos mayores o incluso de rebelarse contra las expectativas proyectadas en él.

En algunas familias el hijo menor desempeña el rol del “bebé” de la familia, especialmente si hay una cierta diferencia de edad entre su hermano predecesor. El bebé de la familia recibirá atención y cuidado por parte de los padres y sus hermanos mayores generando sentimientos de protección, pero también puede causar una sobreprotección e infantilización.

En ocasiones, especialmente en el caso de familias extensas con un importante número de hijos; podemos ver como el hijo pequeño también puede sentirse como el “último mono”. El desgaste de los progenitores en la crianza de un número importante de hijos da paso a la cesión de parte de esta responsabilidad en sus hermanos mayores. Es probable que el hijo menor no se sienta visto por sus padres y su ausencia de conexión emocional con ellos.

El sexo de los hijos y las dinámicas familiares

El sexo de los hijos también puede influir significativamente en la dinámica familiar y en la experiencia de cada hijo. En muchas culturas se tienen expectativas de género diferentes para hijos e hijas, por ejemplo: el caso del Hereu en Catalunya. Estas expectativas pueden influir en el trato que se le da a cada hijo, en los roles que se le asignan y en las propias percepciones que tienen los hijos de sí mismos. Al mismo tiempo, el sexo puede influir en los roles familiares asignados por los padres: así, los hijos varones pueden ser vistos como futuros “proveedores” de la familia, mientras que las hijas suelen ser vistas como las “cuidadoras”.

Aunque podemos identificar unos ciertos patrones generales en función del orden de nacimiento y del sexo de los hijos, cada familia es única y tiene su propia dinámica, patrones, cultura y valores. Las Constelaciones Familiares y la terapia sistémica reconocen esta singularidad y se adaptan a las necesidades específicas de cada familia.

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